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EL CUENTO DEL DIVORCIO

EL CUENTO DEL DIVORCIO

 

  (Artículo publicado en la Hoja del Lunes de Sevilla el 13-X-1980)

     Mi querido Director: Si estuviéramos en Laponia, en la Arabia saudí o en Escandinavia, probablemente no le escribiría estas líneas.

    Ya sabe Vd. que en dichos países el divorcio no es problema y se ve, como la cosa más natural del mundo, que el esquimal le largue a uno su lapona como espléndido y transitorio presente, o que  se vaya al “jueves” en Ryad para comprar otra “mujera”,o que se pase el matrimonio por el arco del triunfo, para pasarse después, por el mismo arco, a la sueca del prójimo.
    Pero aquí en España, Sr. Director, la cosa tiene tomate.
    El divorcio en España roza con todo aquello que Vd. sabe muy bien y que ya se ha puesto sobre el tapete por parte de los ultras y menos ultras de izquierda y de los papanatas de la democracia y de la clerecía progre.
    Me refiero, como Vd. comprenderá, a esa cantinela de las libertades democráticas, de la homologación con los países progresistas, los derechos humanos, la libertad sexual, la desmitificación de los tabúes, la moderna psicología y el ¡hijos, sí; maridos, no!
     ¡!Si hasta hay por estos pagos algún Obispo que dice –saltándose a la torera a Roma- que la Iglesia no debe inmiscuirse en el problema del divorcio!
     ¿No recuerda los elogios que hicieron algunos Obispos a la proyectada Constitución para acallar los escrúpulos de conciencia de muchos católicos, a sabiendas de que admitía el divorcio?
    ¡Si hasta el Ministro de Justicia anuncia que el divorcio se va a instaurar en España para fortalecer la familia!
    Ya ve Vd. cómo son los católicos vergonzantes (que en Andalucía llamamos de chicha y nabo) quienes espoleados por el materialismo y el ambiente que nos invade van a traer el divorcio.
     Es verdad que nuestros gobernantes se podían preocupar del paro, de la seguridad ciudadana, del terrorismo de Eta, de las declaraciones de los líderes separatistas, de las masacres de Centroamérica, de la invasión de Afganistán, de la opresión en Polonia, de la falta de libertades ¡en Rusia!, del pitorreo que suscitamos en las Cancillerías europeas y de la lancha motora del Polisario.
    Y, por supuesto que se debían de ocupar y preocupar, como ha pedido Enrique Mújica, en su interpelación al Gobierno...!del platillo volante de Mallorca!
     Pero no; eso lo olvidan y se preocupan, en cambio, del divorcio. Y ¿sabe Vd. por qué? Claro que lo sabe, pero todavía hay algún despistado que quiera echar su cortina de humo sobre el asunto del divorcio.
     Con el divorcio se quiere destrozar la familia y, con ella, a la sociedad. Se quieren crear las condiciones precisas para organizar el caos moral y social que den pie al caos económico y político y propiciar, de este modo, la “venturosa” llegada del proletariado al poder.
    Ya lo  decía hace poco mi querido Profesor, Don Francisco Sánchez Apellániz,:”Lo hacen quienes intentan la revolución y lo hacen, precisamente, para prepararla”.
     Sé que es un poco duro y, a primera vista incongruente, decir que la UCD nos quiera traer la dictadura del proletariado. pero tampoco nos quería traer el paro, el desgobierno, el terrorismo, la desaparición de España, las cinco mil vacantes en la Guardia Civil y, ni siquiera, el divorcio. ¡Y ya ve Vd. todo lo que nos ha trído el divorcio.
    Lo que sí es cierto, Sr. Director, es que el divorcio le trae al fresco a la clase trabajadora  y a la trabajadora española y que los españoles cuando nos casamos lo hacemos para los restos.
     Pienso yo si eso será porque la propia conciencia, la propia naturaleza y las propias exigencias de la familia reclaman un matrimonio estable.
     Y también creo que eso será porque  la indisolubilidad del matrimonio  es una exigencia del derecho natural.
     Algo debe haber de esto porque en la Biblia se dicen algunas cosas muy sabrosas sobre el divotcio. ¡Y dichas por el mismo Jesucristo! Pero no copio las citas porque, depués de haber oido a Fernando Onega y a su claque, más o menos eclasiástica, no quiero mentar la soga.
     Lo que no pudo imaginar Jesucristo (y que Dios me perdone la irreverencia) es que, al cabo de los siglos, iba a venir un Ministro de Justicia del Gobierno de S.M. el Rey de España ofreciendo un divorcio sui generis ¡para fortalecer la familia!
    ¡Cuidado con las cortinas de humo!
    Y, a propósito, Sr. Director,¿tiene Vd. alguna noticia del platillo volante de Mallorca?.
      Con afecto

 

                     J. JURADO

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