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Murmuración, mal negocio (I)

Murmuración, mal negocio (I)

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Hay personas que si no están hablando mal de algo o de alguien dan la sensación de ser mudos o estar muertos.

Por murmuración entenderemos aquí la conversación un poco denigrante, en voz baja , en ausencia del sujeto denigrado y con un tanto de regodeo o recochineo sobre el ausente . Se corroe la buena fama de personas o cosas, sin razones y con cierta mala voluntad sobre ellas. La murmuración tiene muchos nombres: maledicencia , trapisonda, enredos, chismes, calumnias, despellejar, poner como hoja de perejil,… todas ellas son primas entre si y de la mentira y el engaño.

Generalmente, la murmuración no produce graves daños; pero en ocasiones puede causar verdaderas tragedias. Extender las ideas de que : “Me han dicho que tal empresa está arruinada… Me acabo de enterar que la mujer de X se entiende con Y… Se de buena tinta que Z le está robando a su empresa,…” y otras análogas, sin pruebas de ningún tipo, pueden causar por desprestigio la ruina de esa empresa, que X se separe de su esposa o que Z sea expulsado de su empresa sin que los afectados sepan ni por qué.

¿ Por qué se murmura? Por envidia, por odio, por intereses, por vanidad,…Es muy corriente que cuando varias personas empiezan a hablar mal de alguien, este alguien no importe a ninguno ni un comino. Solo les importa el propio YO a cada uno. Si decimos que Fulano es feo, torpe, necio, pobre,…en el fondo estamos dando a entender que nosotros somos guapos, ágiles, inteligentes y ricos. Algo que nos alegra y llena de satisfacción. Con frecuencia, la causa es un complejo de inferioridad, adobado con la cobardía de quien es incapaz de dar la cara.

En la costumbre de murmurar interviene en buena medida la aquiescencia de quienes les escuchan y jalean con agrado por miedo a ir contracorriente. A Jesús le condenaron los mismos que unas horas antes le aclamaban. Bastó que una mayoría pidiese la muerte de Cristo para que, incapaces de oponerse, gritaran como “todos” : ¡Crucifícale! ¡Crucifícale!

De vez en cuando surge una de esas personas a quienes desagrada el trapicheo y termina encarándose con el chismoso. Resultado: se expone a perder las amistades con él o , si no lo hace, se convertirá en un cómplice. Mal embrollo moral “tío”. Todas las cosas se pueden decir sin empeorar las situaciones, pero cuando hay algo que decir, ¡ se dice claramente y sin pamplinas!. Y si hay que perder a ciertos amigos, no perderíamos gran cosa. Hay una forma de quedar siempre mal ante los demás: andar con subterfugios y medias tintas.

Cuando iniciamos ciertos comentarios, sin importancia aparente ¿Sabemos el daño y los perjuicios que podemos ocasionar? La mentira tiene muchas facetas: reticencia, cabildeo, murmuración... Pero es siempre arma de cobardes. Son los mismo que tras despellejar a Don Fulano corren a decirle: Oye se dice por ahí que tu…Te lo digo para que estés sobre aviso. Al final todo termina sabiéndose, pero ¿y mientras tanto? Pues ese final puede tardar años y los perjuicios familiares, sociales y económicos pueden ser irreversibles

¿Y que puede hacer el ofendido? Más bien poco, pues suele ser el último que se entera de lo que se dice y de quien lo dice. Y si se entera, carecerá de pruebas para ir a juicio. Si además es un alma noble, de prestigio y con autoridad habrá encontrado una dura cruz que sobrellevar. Es el momento de recurrir a Cristo, el único amigo que nunca falla.

¡Ay, esos medios de comunicación! Vendidos al poder político, empresarial o social a los que sirven contra sus rivales a base de susurraciones, murmuraciones, trapisondas, enredos, chismes, cuentos, insidias, calumnias,…, envileciéndose hasta grados animalescos. No hay que preocuparse, como son muy listos : Todo lo justificarán muy bien y en todos los casos.

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