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La clave teológica de La Pasión

La clave teológica de La Pasión

http://www.alcnoticias.org/articulo.asp?artCode=2069&lanCode=2

Tomás Gómez, SANTO DOMINGO, República Dominicana, Abril 13, 2004

Entre los aportes importantes que hace Mel Gibson,  a través de la película “La Pasión”, está la recuperación, sin los argumentos convencionales,  de la historicidad de Jesús.  Recuperamos a un Cristo más real frente al Cristo místico y revestido de pietismo religioso al que nos tenían  acostumbrado otros filmes tradicionales.

La película no sigue un guión estrictamente apegado al texto bíblico, pero esto no le quita rigor escritural ni consonancia con la verdad revelada en los evangelios. Se trata de una recreación, de una visión particular apoyada  en  un serio ejercicio hermenéutico y también teológico.

Destacado el trabajo artístico de Mel Gibson y su excelente interpretación visual de esta parte tan dramática de los evangelios, quisiera  enfatizar un poco sobre el aspecto teológico que nos revela la película .

La muerte de Cristo es un evento crucial de su obra redentora. La muerte de Cristo, como lo destaca Gibson, crea una tensión en todo el cosmos. Se percibe toda una confrontación de poderes. Hay una emergencia universal latente girando en torno a un hombre.

Se trata de una batalla crucial. Es la tarea de Dios   recuperar todo lo que el pecado había echado a perder, sin estropear la justicia de su carácter. No se trataba de un asunto simbólico o místico. El asunto no era un mero juego religioso con simples fines didácticos o ilustrativos. Era una tensión universal y cósmica. Era la gran batalla de la existencia y de la historia.

No es posible albergar en el pensamiento humano, lo que podría pasar si Cristo fallaba en esa hora suprema en que su misión estaba sometida a la prueba más dura y cruel. Los ojos de Dios estaban sobre un punto fijo en la tierra, todo el cielo y todo el universo creado  estaban en tensión... en apuros

Unas horas antes de iniciarse la persecución definitiva contra el Señor él había cenado con sus discípulos. El gesto no podía ser más estremecedor y significativo, él les dijo que ese pan que ellos estaban triturando con sus dientes representaba su cuerpo que en breve sería expuesto a los más despiadados maltratos; y que ese vino que ellos ingerían representaba su sangre que iba a ser derramada. Este gesto pasaría a ser  parte de la vida sacramental de la iglesia y su celebración anuncia y anticipa la victoria de Cristo sobre los poderes de las tinieblas.

Jesucristo se enfrenta a un proceso de sufrimientos que tiene profundas implicaciones metafísicas, cósmicas, universales, históricas  y suprahistóricas . No se trataba de un sufrimiento corriente. Era su  responsabilidad de asumir todos los pecados de la humanidad, los que se cometieron antes de él y los que se cometerían después de él.

Para entender los sufrimientos de Cristo hay que entender el carácter perverso del pecado, un pecado que se desplaza a todo lo largo de la historia de la humanidad. Es sobre la base de un sufrimiento infinito, no concebible humanamente, que Cristo vence al pecado y a la muerte. De manera que su sacrificio tiene un valor y un alcance infinito.

La gravedad de los sufrimientos de Cristo, presentada por Gibson, causa mayor impacto en el público, cuando se desconoce la perversidad  atávica  del pecado; cuando por otro lado, también se desconoce el carácter santo de Dios y su amor encarnado en su Hijo Jesucristo.

Sin este cuadro, sin una idea clara de esta trascendencia universal y cósmica que implicó todo el sufrimiento que asumió Cristo, solo se percibe crueldad y salvajismo, golpes, maltratos y atropellos injustificados.  Apenas se pondera el sufrimiento  que asumió Cristo, cuando desde su estado de santidad decidió cubrir todo el pecado de la raza y del universo.

El cristiano que se ha reconciliado con Dios a través de este sacrificio de Cristo, no se queda en la lamentación del suceso, sino que lo sobrecoge, sin negar el dolor, sin perder su sentido de compasión, un sentimiento sublime de liberación y paz suprema, que no  es  otra cosa que la verdadera conquista que logró Cristo a través de estos sufrimientos que hoy son denunciados pero no cabalmente comprendidos.

Damos gracias a Dios por la entrega de este filme a través de Mel Gibson, que de alguna manera ha hecho pensar a gran parte de las personas sobre lo que Dios hizo permitiendo que su Hijo asumiera por nosotros el sufrimiento, el dolor y la culpa que justamente nos correspondía.

El Señor quiere que recordemos su sufrimiento, pero no con ánimo de lamento sino que espíritu de liberación  en medio de la viva esperanza de  paz permanente   que él conquistó en este angustioso proceso que lo llevó a la  muerte. “Anulando el acto de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz”. (Col.2:14-15)

La película de Gibson ha desatado una estéril polémica que revela la locura, la desorientación de que nos habla Pablo de los hombres sobre la cruz de Cristo y su sacrificio.  Muchas personas en vez de ir a los motivos centrales de la muerte de Cristo, se quedan lamentando su sufrimiento y buscando culpables fuera de ellos mismos.

Las implicaciones de este evento no se deben segmentar buscando elementos para la segregación y las acusaciones, sino para dar un paso a la reconciliación con Dios que fue el verdadero propósito de los sufrimientos y de la muerte de Cristo.
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Entre los aportes importantes que hace Mel Gibson,  a través de la película “La Pasión”, está la recuperación, sin los argumentos convencionales,  de la historicidad de Jesús.  Recuperamos a un Cristo más real frente al Cristo místico y revestido de pietismo religioso al que nos tenían  acostumbrado otros filmes tradicionales.

La película no sigue un guión estrictamente apegado al texto bíblico, pero esto no le quita rigor escritural ni consonancia con la verdad revelada en los evangelios. Se trata de una recreación, de una visión particular apoyada  en  un serio ejercicio hermenéutico y también teológico.

Destacado el trabajo artístico de Mel Gibson y su excelente interpretación visual de esta parte tan dramática de los evangelios, quisiera  enfatizar un poco sobre el aspecto teológico que nos revela la película . La muerte de Cristo es un evento crucial de su obra redentora. La muerte de Cristo, como lo destaca Gibson, crea una tensión en todo el cosmos. Se percibe toda una confrontación de poderes. Hay una emergencia
universal latente girando en torno a un hombre.

Se trata de una batalla crucial. Es la tarea de Dios   recuperar todo lo que el pecado había echado a perder, sin estropear la justicia de su carácter. No se trataba de un asunto simbólico o místico. El asunto no era un mero juego religioso con simples fines didácticos o ilustrativos. Era una tensión universal y cósmica. Era la gran batalla de la existencia y de la historia.  No es posible albergar en el pensamiento humano, lo que podría pasar si Cristo fallaba en esa hora suprema en que su misión estaba sometida a la prueba más dura y cruel. Los ojos de Dios estaban sobre un punto fijo en la tierra, todo el cielo y todo el universo creado  estaban en tensión... en apuros

Unas horas antes de iniciarse la persecución definitiva contra el Señor él había cenado con sus discípulos. El gesto no podía ser más estremecedor y significativo, él les dijo que ese pan que ellos estaban triturando con sus dientes representaba su cuerpo que en breve sería expuesto a los más despiadados maltratos; y que ese vino que ellos ingerían representaba su sangre que iba a ser derramada. Este gesto pasaría a ser  parte de la vida sacramental de la iglesia y su celebración anuncia y anticipa la victoria de Cristo sobre los poderes de las tinieblas.

Jesucristo se enfrenta a un proceso de sufrimientos que tiene profundas implicaciones metafísicas, cósmicas, universales, históricas  y suprahistóricas . No se trataba de un sufrimiento corriente. Era su  responsabilidad de asumir todos los pecados de la humanidad, los que se cometieron antes de él y los que se cometerían después de él. Para entender los sufrimientos de Cristo hay que entender el carácter perverso del pecado, un pecado que se desplaza a todo lo largo de la historia de la humanidad. Es sobre la base de un sufrimiento infinito, no concebible humanamente, que Cristo vence al pecado y a la muerte. De manera que su sacrificio tiene un valor y un alcance infinito.

La gravedad de los sufrimientos de Cristo, presentada por Gibson, causa mayor impacto en el público, cuando se desconoce la perversidad  atávica  del pecado; cuando por otro lado, también se desconoce el carácter santo de Dios y su amor encarnado en su Hijo Jesucristo. Sin este cuadro, sin una idea clara de esta trascendencia universal y cósmica que implicó todo el sufrimiento que asumió Cristo, solo se percibe crueldad y salvajismo, golpes, maltratos y atropellos injustificados.  Apenas se pondera el sufrimiento  que asumió Cristo, cuando desde su estado de santidad decidió cubrir todo el pecado de la raza y del universo.

El cristiano que se ha reconciliado con Dios a través de este sacrificio de Cristo, no se queda en la lamentación del suceso, sino que lo sobrecoge, sin negar el dolor, sin perder su sentido de compasión, un sentimiento sublime de liberación y paz suprema, que no  es  otra cosa que la verdadera conquista que logró Cristo a través de estos sufrimientos que hoy son denunciados pero no cabalmente comprendidos.

Damos gracias a Dios por la entrega de este filme a través de Mel Gibson, que de alguna manera ha hecho pensar a gran parte de las personas sobre lo que Dios hizo permitiendo que su Hijo asumiera por nosotros el sufrimiento, el dolor y la culpa que justamente nos correspondía.

El Señor quiere que recordemos su sufrimiento, pero no con ánimo de lamento sino que espíritu de liberación  en medio de la viva esperanza de  paz permanente   que él conquistó en este angustioso proceso que lo llevó a la  muerte. “Anulando el acto de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz”. (Col.2:14-15)

La película de Gibson ha desatado una estéril polémica que revela la locura, la desorientación de que nos habla Pablo de los hombres sobre la cruz de Cristo y su sacrificio.  Muchas personas en vez de ir a los motivos centrales de la muerte de Cristo, se quedan lamentado su sufrimiento y buscando culpables fuera de ellos mismos. Las implicaciones de este evento no se deben segmentar buscando elementos para la segregación y las acusaciones, sino para dar un paso a la reconciliación con Dios que fue el verdadero propósito de los sufrimientos y de la muerte de Cristo.

 

Entre los aportes importantes que hace Mel Gibson,  a través de la película “La Pasión”, está la recuperación, sin los argumentos convencionales,  de la historicidad de Jesús.  Recuperamos a un Cristo más real frente al Cristo místico y revestido de pietismo religioso al que nos tenían  acostumbrado otros filmes tradicionales.

La película no sigue un guión estrictamente apegado al texto bíblico, pero esto no le quita rigor escritural ni consonancia con la verdad revelada en los evangelios. Se trata de una recreación, de una visión particular apoyada  en  un serio ejercicio hermenéutico y también teológico.

Destacado el trabajo artístico de Mel Gibson y su excelente interpretación visual de esta parte tan dramática de los evangelios, quisiera  enfatizar un poco sobre el aspecto teológico que nos revela la película . La muerte de Cristo es un evento crucial de su obra redentora. La muerte de Cristo, como lo destaca Gibson, crea una tensión en todo el cosmos. Se percibe toda una confrontación de poderes. Hay una emergencia
universal latente girando en torno a un hombre.

Se trata de una batalla crucial. Es la tarea de Dios   recuperar todo lo que el pecado había echado a perder, sin estropear la justicia de su carácter. No se trataba de un asunto simbólico o místico. El asunto no era un mero juego religioso con simples fines didácticos o ilustrativos. Era una tensión universal y cósmica. Era la gran batalla de la existencia y de la historia.  No es posible albergar en el pensamiento humano, lo que podría pasar si Cristo fallaba en esa hora suprema en que su misión estaba sometida a la prueba más dura y cruel. Los ojos de Dios estaban sobre un punto fijo en la tierra, todo el cielo y todo el universo creado  estaban en tensión... en apuros

Unas horas antes de iniciarse la persecución definitiva contra el Señor él había cenado con sus discípulos. El gesto no podía ser más estremecedor y significativo, él les dijo que ese pan que ellos estaban triturando con sus dientes representaba su cuerpo que en breve sería expuesto a los más despiadados maltratos; y que ese vino que ellos ingerían representaba su sangre que iba a ser derramada. Este gesto pasaría a ser  parte de la vida sacramental de la iglesia y su celebración anuncia y anticipa la victoria de Cristo sobre los poderes de las tinieblas.

Jesucristo se enfrenta a un proceso de sufrimientos que tiene profundas implicaciones metafísicas, cósmicas, universales, históricas  y suprahistóricas . No se trataba de un sufrimiento corriente. Era su  responsabilidad de asumir todos los pecados de la humanidad, los que se cometieron antes de él y los que se cometerían después de él. Para entender los sufrimientos de Cristo hay que entender el carácter perverso del pecado, un pecado que se desplaza a todo lo largo de la historia de la humanidad. Es sobre la base de un sufrimiento infinito, no concebible humanamente, que Cristo vence al pecado y a la muerte. De manera que su sacrificio tiene un valor y un alcance infinito.

La gravedad de los sufrimientos de Cristo, presentada por Gibson, causa mayor impacto en el público, cuando se desconoce la perversidad  atávica  del pecado; cuando por otro lado, también se desconoce el carácter santo de Dios y su amor encarnado en su Hijo Jesucristo. Sin este cuadro, sin una idea clara de esta trascendencia universal y cósmica que implicó todo el sufrimiento que asumió Cristo, solo se percibe crueldad y salvajismo, golpes, maltratos y atropellos injustificados.  Apenas se pondera el sufrimiento  que asumió Cristo, cuando desde su estado de santidad decidió cubrir todo el pecado de la raza y del universo.

El cristiano que se ha reconciliado con Dios a través de este sacrificio de Cristo, no se queda en la lamentación del suceso, sino que lo sobrecoge, sin negar el dolor, sin perder su sentido de compasión, un sentimiento sublime de liberación y paz suprema, que no  es  otra cosa que la verdadera conquista que logró Cristo a través de estos sufrimientos que hoy son denunciados pero no cabalmente comprendidos.

Damos gracias a Dios por la entrega de este filme a través de Mel Gibson, que de alguna manera ha hecho pensar a gran parte de las personas sobre lo que Dios hizo permitiendo que su Hijo asumiera por nosotros el sufrimiento, el dolor y la culpa que justamente nos correspondía.

El Señor quiere que recordemos su sufrimiento, pero no con ánimo de lamento sino que espíritu de liberación  en medio de la viva esperanza de  paz permanente   que él conquistó en este angustioso proceso que lo llevó a la  muerte. “Anulando el acto de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz”. (Col.2:14-15)

La película de Gibson ha desatado una estéril polémica que revela la locura, la desorientación de que nos habla Pablo de los hombres sobre la cruz de Cristo y su sacrificio.  Muchas personas en vez de ir a los motivos centrales de la muerte de Cristo, se quedan lamentado su sufrimiento y buscando culpables fuera de ellos mismos. Las implicaciones de este evento no se deben segmentar buscando elementos para la segregación y las acusaciones, sino para dar un paso a la reconciliación con Dios que fue el verdadero propósito de los sufrimientos y de la muerte de Cristo.

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Tomás Gómez Bueno, responsable del área de Testimonio Cristiano de Visíón Mundial-República Dominicana.

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