QUE NO NOS ROBEN LA NAVIDAD.
Manuel Maldonado
No es ningún secreto que sufrimos un proceso de descristianización y reconversión de la Navidad en una fiesta pagana y consumista; desde la misión imposible que supone encontrar tarjetas con representaciones de la Natividad, pasando por ese ambiguo "felices fiestas", hasta la sustitución paulatina de los motivos navideños en la iluminación de nuestras calles, por ejemplo, con lindos pingüinos y delfines totalmente fuera de lugar. Estos ejemplos son consecuencia de ese relativismo moral que corroe las entrañas de nuestra sociedad, un relativismo que para vivir necesita erradicar toda referencia a Dios. Un relativismo a caballo entre el del laicismo ateo, que pretende imponer a la sociedad lo que es bueno y malo, y otro fruto de un agnosticismo práctico, que quiere arrinconar lo religioso al ámbito de lo privado para acallar la voz de su conciencia.
Sin embargo, la Navidad para los cristianos, es un tiempo de alegría y de entrega a los demás. Basta contemplar con detalle un nacimiento para caer en la cuenta de que no estamos solos, que Dios, a pesar de la dureza de nuestro corazón, se ha hecho niño para mostrarnos el camino de la verdadera felicidad y cumplir su promesa de redención. Luego nos podemos fijar en los protagonistas de este misterio: veremos a San José improvisando una cuna en un pesebre, a la Virgen María alimentando, arropando y cantando a Jesús una nana para que duerma tranquilo, a los pastores adorándolo y entregándole sus presentes… y, al imaginar el personaje que querríamos ser, descubriremos el verdadero sentido con que tenemos que vivir el misterio de la Navidad.
Solamente en este contexto cobran sentido los belenes, los villancicos, los adornos, la felicidad del reencuentro, las cenas en familia y los regalos que nos dejarán los Reyes Magos. Por eso, el que no nos roben la Navidad no dependerá de la malicia y medios con que cuentan sus detractores, sino de nuestra capacidad de vivirla en plenitud imitando en nuestras casas el hogar de la Sagrada Familia; y, si me permiten la expresión, de que así "lo mamen" nuestros hijos desde pequeños, para que el día de mañana se lo trasmitan de la misma manera a sus hijos y a sus nietos.
Dicho esto, y para terminar, aprovecho para desearles algo que es, con diferencia, mejor que ese insípido "felices fiestas": una FELIZ NAVIDAD, pero la de verdad, la que los cristianos celebramos en estas fechas, si bien, su espíritu, debería duramos todo el año.
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