Navidad sin complejos
Navidad sin complejos
Por Jaime Acosta Espinosa
El ministro de Educación de Italia, persona de mentalidad multicultural, desinhibida y, por tanto, lejana de complejos “antinavideños”, defiende ardientemente el pesebre en las escuelas italianas. El ministro elogió los símbolos religiosos “por los valores universales que representan, como la paz y la serenidad”. No le importa que en otros países de antigua tradición cristiana, en nombre de lo “políticamente correcto”, se quiera imponer unas fiestas “desangeladas”, es decir, sin ángeles y sin pesebres, no sea que alguien se moleste. Se admiten paisajes nevados, luces de colores y renos de Santa Klaus, pero nada de referencias religiosas. “Es un error”, agregó el ministro, “creer que la mejor manera de construir el diálogo sea el silencio ensordecedor de las prohibiciones”.
El año pasado, la entonces ministra italiana, Letizia Moratti, recordaba que, junto a la Navidad de luces y regalos, “hay otra Navidad, la de la tradición del belén, la Navidad que nos recuerda el nacimiento de Jesús, nacido en una gruta para traer a la tierra un mensaje de amor, el amor más sublime, el amor a todos, también al que es distinto, lejano, a quien no ama, el amor más extremo llevado hasta el sacrificio de la muerte. El significado de la Navidad, tanto para el creyente como para el que no lo es, es este mensaje del valor universal del amor, de aquel amor dispuesto a dar todo sin pedir nada”.
A propósito de las identidades culturales, la ex ministra pensaba que “sin respetar nuestra historia, nuestras raíces, no podemos comprender y respetar los valores de quienes tienen una historia distinta de la nuestra”. Concluyó apelando al sentido universal del amor, manifestado en la Navidad: “No quitéis el símbolo del amor de la vida de nuestros estudiantes, sino ayudadles a través del belén navideño a comprender su importancia y a vivirla en su más profundo significado, el más verdadero, el más puro”.
Palabras como estas resuenan en el fondo del alma. A esta humanidad alocada, que corre en búsqueda de respuestas y satisfacciones por todos los espacios, las personas mencionadas le recuerdan que el Infinito perforó el abismo de la separación, puso su planta en un punto minúsculo de la tierra y apareció en forma humana.
Solo el “pequeño Señor” llena las aspiraciones humanas y responde a sus máximas interrogantes. Sin embargo, ayer como hoy, para encontrarle se necesita el coraje y la audacia que les falta a los amigos de la laicidad, tan estrechos de corazón.
¿Por qué no se permite a los cristianos que propongan ante el mundo la fiesta de su alegría por excelencia: una fiesta sencilla que a nadie ofende, que a nadie le disminuye y que, en cambio, contiene todo lo mejor que al ser humano se le pueda ofrecer?
Hermoso es el salto que, por encima de los obstáculos y los peligros, lanza los mayores gritos de esperanza.
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