Conocer la realidad
Conocer la realidad
Es cierto que el mundo se ha hecho pequeño. Hay un par de razones en las que se basa ese cambio, que favorece el conocimiento de muchas más cosas. Una de ellas es que se viaja mucho más que años atrás y otra es que los sistemas informativos cuentan con unos equipos cuya tecnología es muy superior a la de esos años ya pasados. Esta situación ofrece importantes ventajas, entre las que pudiera destacarse el conocimiento de lo que sucede en el mundo con una gran rapidez; en el mismo instante, incluso, en muchos casos. Pero no todo son ventajas, pues la gran cantidad de noticias de hechos que se presentan a la consideración de la gente es de tal magnitud que impide conocerlas a fondo. Se ha perdido, incluso, la acción de análisis personal de cada hecho o situación. Es imposible llevarla a cabo en la forma y medida que cada asunto requiere, especialmente los más importantes y complejos.
Hasta personas que ocupan puestos de máxima responsabilidad mundial, como es el caso del Secretario General de la ONU, el señor Ban Ki-moon, desconocían lo difícil que es mantener la seguridad en Irak. Se ha acercado más a la realidad cuando una granada de mortero cayó y explotó a unos 50 metros de donde él se encontraba hablando de la mejoría de las condiciones de seguridad en ese país. Todo el mundo ha podido contemplar, a través de la TV, la sorpresa y espanto que le causó esa explosión. Su actitud, de lógica sorpresa y temor, contrastaba con la serenidad total que, a su lado, mostraba el primer ministro iraquí Nuri al Maliki. Éste conocía la realidad que vivía, cada día, la gente de su país, mientras que aquél tenía muchas noticias de ello, pero sin haber olido la pólvora ni los cuerpos abrasados.
Es totalmente necesario que quienes ejerzan poder conozcan la realidad de todo lo que es su deber atender. Esto no es fácil, ni mucho menos. Aceptar esos puestos demanda una gran capacidad de entendimiento, de trabajo y de prudencia. Cuando no se cumplen esas condiciones se generan más complicaciones que las que se resuelven y, sobre todo, se crea falta de confianza en quienes demandan soluciones. Hay que saber lo que es la verdad de la justicia antes de dar una particular versión de ella. Hay que conocer la realidad de las cosas, vivirlas en toda su dimensión, sufriéndolas todo lo que sea necesario y haciendo propias las necesidades que se deriven de ese análisis riguroso, de cada caso, aunque haya de negarse a sí mismo. La verdad está muy por encima de cualquier visión o satisfacción personal.
Cuestiones de la máxima importancia para la sociedad y también para el sentir personal se tratan con una ligereza y parcialidad que causa asombro, preocupación y dolor. Toda persona está llamada al recto juicio; más, si cabe, quienes ejercen poder.
No se desea a nadie que tenga que sufrir lo que sufrió el señor Ban Ki-moon en Irak. No hace falta someter a pruebas de fuego a nadie, sino rogarles que sean sensatos y atiendan lo que le dicen quienes sí saben lo doloroso que es ver atacar y tratar de derribar lo que más importa en la vida: la libertad.
Manuel de la Hera Pacheco.- 23.Marzo.2007
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