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La Segunda República

La Segunda República

Estos días es motivo de actualidad la II República, Ya seguiremos con este tema, con datos de prestigiosos historiadores

En la prensa ha salido este artículo bastante inteesante  ww.estrelladigital.es

 La Segunda República   José Luis Manzanares

La Segunda República se proclamó en España el día 14 de abril de 1931. Fue una sorpresa que hizo tabla rasa de la Constitución de 1876, en la que no se recogían siquiera previsiones para su reforma. Aunque los partidos republicanos ganaron en las principales ciudades pero no en el conjunto de España, los acontecimientos se precipitaron. La gente se echó a la calle y el Rey decidió exiliarse para, según dijo, evitar la confrontación fraticida. Los partidos de izquierda y la mayoría de los intelectuales eran republicanos. Alfonso XIII se quedó sólo. Nadie movió un dedo a su favor. Los monárquicos aceptaron los hechos consumados, unos pensando que el cambio quizá no fuese la peor solución del problema nacional, y otros descubriendo de repente que en fondo de su corazón siempre habrían conjugado el republicanismo con el respeto a la Corona.

Hubo algún tiempo de esperanza. Se arrastraban muchas injusticias sociales en una España donde el contraste entre señoritos y jornaleros era demasiado grande, donde los intereses de los poderes fácticos pesaban más que los de la población en su conjunto y donde el caciquismo rural gozaba de excelente salud. Poco cabía censurar a la Constitución de 9 de diciembre de 1932 como texto acorde con los nuevos tiempos. Se mantenía inequívocamente la unidad de España –reconociendo a lo sumo la existencia de regiones que podían tener estatuto propio-, se afirmaba que los poderes de todos los órganos de la República emanaban del pueblo y se proclamaba la igualdad de todos los españoles. Por desgracia, pronto se multiplicaron los síntomas que apuntaban hacia una oportunidad perdida. Ardieron dentro de la mayor impunidad iglesias y conventos. La seguridad pública se degradó hasta límites insoportables. Se abusó de las huelgas generales. Se radicalizaron las posturas. “No es eso, no es eso”, se lamentaba Ortega y Gasset.

Las cosas fueron de mal en peor. En octubre de 1934 Companys proclamaba el Estado Catalán y ese mismo mes estallaba la Revolución de Asturias, antecedente de la sangrienta Guerra Civil de 1936 a 1939. El asesinato de Calvo Sotelo fue la venganza por el del teniente Castillo, de los guardias de asalto. Centenares de miles de muertos, un país arrasado, una postguerra dura y larga, de vencedores y vencidos, hasta que en 1978 se logra el generalizado consenso en aras de un pacífico futuro. Borrón y cuenta nueva. Todos hubieron de ceder en sus reivindicaciones y todos cedieron. Han seguido treinta años de paz, de progreso económico y de visión dirigida al futuro. Y si un día los españoles quieren abolir la Monarquía e instaurar la República, la Constitución de 1978 indica el procedimiento para hacerlo. Es el mismo previsto para consagrar los derechos sucesorios de la Infanta doña Leonor.

La tan traída y llevada memoria histórica no puede denunciar las culpas de unos y minimizar la de otros en el gran fracaso colectivo de los años treinta. Somos muchos lo que no quisiéramos ni revivir el pasado ni volver a una República que no responda al deseo de la ciudadanía española expresado, además, conforme a las previsiones constitucionales. Las termitas pueden destruir la casa común y dejarnos a la intemperie. Y para puertas traseras y hechos consumados debería bastarnos con la experiencia de 1931.

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