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Del cielo llovió sangre

Del cielo llovió sangre

EL último número de la revista Astrophysics and Space Science acaba de revelar una apasionante polémica entablada entre varios científicos sobre un insólito fenómeno ocurrido hace cinco años, y ya casi olvidado. En el verano de 2001 cayeron en Kerala, al sur de la India, una serie de chubascos de gotas coloreadas de color rojo. La primera explicación lógica de los investigadores locales era que la coloración se debía a arena que había sido transportada por los vientos que soplaban en Arabia. Pero pronto se dieron cuenta de que se trataba de células biológicas dotadas de paredes espesas y una estructura interna. Un estudio realizado por el gobierno concluyó que eran células o esporas de algas. La teoría se mantuvo en pie hasta que Godfrey Louis sugirió que las células no provenían de ningún lugar de la Tierra, sino del espacio exterior, y que habían llegado en un gran meteorito que cruzó sobre la costa de la India a una velocidad supersónica.
Cuentan los viejos libros que 183 años antes de nuestra era llovió sangre en Cartago, y que lo mismo ocurrió el año 48 en Roma, en 1551 sobre los techos de Lisboa y en 1926 en el norte de Italia. Primero se creyó que las gotas contenían polvo de hierro arrastrado por el viento desde el norte de África, pero pronto se demostró que contenía también infusorios pertenecientes a los géneros astasía, gyges, pandorina, mines, y algas y esporas microscópicas, entre ellas protococus nivalis y hematococus sanguineus.
La nueva polémica sobre la «lluvia de sangre» en Kerala ha puesto en pie de guerra a la comunidad científica a cuenta de si las células encontradas contienen o no ADN, algo sobre lo que no se ponen de acuerdo. Porque si finalmente son células biológicas, estaríamos ante un caso de panspermia, propagación de la vida de un mundo a otro, en el que algún cometa podría haber «criado» y transportado microorganismos calentados radiogenicamente, listos para esparcir vida en el universo.

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