EL FRAUDE DE LA NUEVA LEY DE REPRODUCCIÓN HUMANA ASISTIDA
EL FRAUDE DE LA NUEVA LEY DE REPRODUCCIÓN HUMANA ASISTIDA
EL FRAUDE DE LA NUEVA LEY DE REPRODUCCIÓN HUMANA ASISTIDA
A continuación reproducimos un artículo escrito por D. José Mazuelos Pérez, Delegado Diocesano de Pastoral Universitaria de la Diócesis de Sevilla. Dicho artículo apareció recientemente en Iglesia en Sevilla, semanario de la Diócesis de Sevilla.
En los últimos días hemos asistido a la aprobación de la Ley de Reproducción Humana Asistida. También hemos leído la noticia de la inauguración en Sevilla del Centro Biomédico de Medicina Regenerativa (Cabimer), presentado como modelo de investigación con células madre embrionarias. En su apertura, el Presidente del Gobierno Español ha hecho dos afirmaciones muy preocupantes desde el punto de vista moral. En una ha manifestado que rechazará que los “frenos artificiales” (es decir, los procedentes del ámbito de la conciencia personal) se impongan colectivamente para impedir el progreso. En la otra, para justificar la investigación a realizar en el centro, ha dicho que nada puede ser más moral que preservar la salud, curar la enfermedad, evitar el sufrimiento y el dolor.
Como podemos observar, el Presidente ha reducido el estatuto ético del embrión a la conciencia personal, otorgando, a su vez, al Estado el derecho a pisotearla. Además, erige en absoluta en absoluta su visión subjetiva de la realidad embrionaria, dando poder a una autoridad administrativa para determinar qué embriones pueden seguir adelante con su desarrollo vital y cuáles no. El tópico es hacer creer a la sociedad que los defensores de las células madre embrionarias tienen motivos exclusivamente científicos, mientras que los oponentes solo tienen los religiosos. La manipulación es intentar que la sociedad crea que todo planteamiento ético que defienda al embrión y proponga buscar soluciones que respeten la vida es un retroceso para el progreso.
En la segunda afirmación se percibe, además de su ambigüedad, la aceptación del principio de que el fin justifica los medios. Por tanto, en nombre de la salud, está permitido todo tipo de investigación.
Estas afirmaciones del Presidente del Gobierno nos ayudan a descubrir el verdadero espíritu de la nueva Ley de Reproducción Asistida, aprobada por el Gobierno y presentada como una ayuda a resolver el problema de las parejas infértiles. La ley no pretende ayudar, sino determinar lo que se puede hacer con los embriones. En este sentido, se observa que se generaliza la posibilidad de investigar con “preembriones sobrantes” (previo consentimiento informado de los progenitores). Se suprime así la limitación establecida en la ley de 2003, por la que sólo podía investigarse con los embriones que hubieran sido congelados antes de la entrada en vigor de esa ley. Se permite, por tanto, la fabricación de embriones humanos con el fin de experimentar con ello. También se legaliza la clonación humana, siempre que los clones no se desarrollen más allá de los 14 días. Se admite el diagnóstico preimplantatorio, no sólo para detectar posibles anomalías genéticas de los embriones, sino también para desechar los que no interesen porque no sean compatibles.
De lo dicho podemos destacar que, tanto para el Presidente como para la nueva ley, el embrión no es todavía verdadero y propio ser humano en su primera etapa de desarrollo, sino en una formación totalmente dependiente del investigador de turno. Si, libre de prejuicios, se examina esta afirmación, se ve que de inmediato que su fundamento en una concepción materialista y mecánica del ser vivo. El ser humano, en sus primeros momentos de vida, queda reducido a una cosa que no tienen dignidad. Se sostiene que el ser humano no tiene un carácter esencial, sino que es algo que existe en grado superior o inferior. Precisamente en la medida en que el ser humano se acerca a una cierta etapa de su desarrollo, determinada de forma subjetiva por el Estado, va obteniendo dignidad. A la vez, cuanto más primitivo es el estadio de la evolución embrionaria, tanto menos vale el producto.
Ante esto caben dos preguntas: ¿se pertenece a sí mismo el ser humano, a la familia, a la sociedad, o bien está sometido a una instancia absoluta que regula los deseos personales o las pretensiones sociales? ¿Tiene el Estado derecho a determinar qué niños pueden llegar a nacer? La lógica aquí es aterradora: si el Estado niega la dignidad espiritual del ser humano y lo considera un mero elemento de la estructura social, la respuesta a las preguntas formuladas es que el individuo no sólo queda sometido al Estado, sino también que éste tiene el derecho a eliminarlo si entra en sus objetivos.
Por otra parte, desde el punto de vista científico, gracias al progreso de la embriología, es cada vez más insostenible la noción de pre – embrión. Se usa, como lenguaje “políticamente correcto”, para negar dignidad a los seres humanos en los primeros momentos de su vida. No vale hoy ese concepto.
Por último, no podemos olvidar los grandes intereses de multinacionales biotecnológicas y de clínicas privadas de fecundación in vitro, que tienen ligados a ellas centros de investigación con embriones, esperando obtener grandes beneficios económicos si la investigación con células madre embrionarias tuviese éxito. Hay que decir que, al día de hoy, la investigación científica ha demostrado con rigor que las células madre embrionarias no tienen posibilidad alguna en la terapia regenerativa. Sólo se conoce actualmente la eficacia curativa probada de las células del propio enfermo, las llamadas células madre de adulto.
En definitiva, lo que está en juego con la nueva ley es una cuestión tan esencial como el alcance del derecho a la vida y su dignidad. Con ella se pretende desmontar cualquier protección que pueda tener el embrión humano, a favor de su manipulación por la industria y la investigación. El verdadero tema no es el progreso, la salud ni la ciencia, sino el dinero de os que ven en la investigación con embriones una beneficiosa industria. Y lo alarmante es la difusión y legalización, por parte del Estado, del desprecio y la falta de amor a los más débiles. Esto es bastante grave, pues implica que, bajo este prisma, no hay posibilidad de alcanzar justicia.
José Mazuelos Pérez. Delegado Diocesano de Pastoral Universitaria. Diócesis de Sevilla.
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