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No se ha aprendido la lección que la Historia dio, hace 70 años

No se ha aprendido la lección que la Historia dio, hace 70 años

26.07.08  www.alfayomega.es

Dieciocho de julio
La revista Humanitas, de la Pontificia Universidad Católica de Chile, a la que agradecemos la cortesía de permitirnos la reproducción, dedica su número de julio-septiembre a la guerra civil española. Recogemos a continuación algunos fragmentos de tres interesantes artículos. El primero, escrito por el académico de la Historia don Luis Suárez Fernández, repasa la etapa previa a la guerra civil. El segundo, del historiador don Pío Moa, explica la falta de democracia en las organizaciones de izquierdas. El tercero, del académico de la Lengua don Luis María Ansón, se refiere a la ideología de los republicanos

 

Se conmemoran en nuestros días los
setenta y cinco años del advenimiento
de la República, bajo un curioso
signo de contradicción, pues España
es una monarquía, a cuya legitimidad
histórica es preciso atribuir la paz conseguida
por medio de una transición hacia
sistemas democráticos y paneuropeos. Es
cierto que la República, implantada mediante
elecciones municipales que dieron
en el conjunto del país más votos monárquicos
que republicanos, aunque éstos se
impusieron en las grandes ciudades, fue
recibida en España con entusiasmo como
si ella fuese capaz de resolver los graves
problemas sociales y económicos. Se cometió
desde el primer momento un error:
confundir lo que es una forma de Estado
con un régimen político. De acuerdo
con este planteamiento, la República era
exclusivamente de izquierdas, debiendo
ser las derechas eliminadas. Las cosas
llegaron tan lejos que cuando, en 1933,
el voto ciudadano osciló hacia la derecha,
los socialistas se negaron a admitir que
pudiera ésta hacerse presente, ni siquiera
en uno o dos ministerios. De acuerdo con
su mentalidad, indujeron a sus seguidores
a tomar las armas y lanzarse a una
revolución (octubre de 1934), que fracasó,
entre otras razones porque había sido
improvisada.
De todas formas, la contienda parecía
inevitable por el nivel de odios y
represalias, entre las que se incluyeron
centenares de asesinatos y destrucción
de iglesias. Franco, que era el más
prestigioso de los generales, pidió al
ministro de la Guerra que detuviera el
desastre reuniéndose con los militares
para buscar una fórmula de restablecer
el orden y no fue escuchado. No tuvo
otro remedio que elegir y escogió, siendo
católico, el bando de los sublevados.
El Gobierno del Frente Popular no mostraba
preocupación por el proyecto; pensaba,
en buena lógica, que fracasaría, y
esto le daría los medios de una represión
definitiva. Contaba con medios económicos,
militares y de masas más que
suficientes.
De hecho, el alzamiento fracasó en
la mayor parte de España. Pero se pasó
a una guerra civil porque todos los elementos
situados fuera del Frente Popular
decidieron la resistencia. El Gobierno,
además, se vio desbordado, pues, para
socialistas, anarquistas y comunistas,
había llegado el momento de hacer la
revolución.
El 18 de julio de 1936 –hace setenta
años–, muerto además el jefe del
pronunciamiento, Sanjurjo, se inició la
Guerra Civil.
Conviene no exagerar. La proporción
de víctimas, en el combate o en
las represalias de ambos bandos, es
muy inferior a las que se producirían
inmediatamente en la Segunda Guerra
Mundial y en los sucesivos sistemas
totalitarios. Por otra parte, esa guerra
civil puso fin a la larga serie iniciada
en 1808 y permitió el paso a un Estado
que lograrían un desarrollo económico,
jurídico e intelectual como España no
había conocido. La persecución religiosa
religiosa permitió también a la Iglesia ejecutar
cambios hacia nuevas actitudes más
abiertas en que los movimientos laicales
alcanzarían mayor protagonismo.
Es muy de lamentar que la lección
no se haya aprendido. A partir de los
años 50, un amplio proceso de reconciliación
se puso en marcha, dando
de este modo la sensación de que
antiguos rencores se habían superado.
Al invocar una memoria histórica que
falsea los hechos, se da la impresión de
que se pretende volver a los desdichados
enfrentamientos que hicieron casi
inevitable el 18 de julio. Alfonso XIII,
suspendiendo sus funciones, había tratado
de impedir el choque; fracasó en
esto. Pero Franco mantuvo siempre
el principio de que sólo la forma de
Estado monárquica era capaz de superar
los dolorosos frutos del odio. Esto
es lo que niegan sus enemigos de muy
distinto sesgo, volcando contra él ese
mismo odio. Tal vez estemos los españoles
condenados a repetir la Historia
que rechazamos.
Luis Suárez Fernández

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