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La supuesta lucha entre democracia y fascismo

La supuesta lucha entre democracia y fascismo

26.07.06  www.estrelladigital.es

Una muy voluminosa bibliografía presenta la Guerra Civil española como la lucha entre la democracia y el fascismo, entre el progreso y la reacción, entre la libertad y el oscurantismo. Sin embargo, ¿podemos llamar defensores de la libertad, etc., a los componentes del Frente Popular, es decir, a comunistas, anarquistas, socialistas, republicanos de
izquierda, nacionalistas catalanes y racistas vascos? Pocos sostendrán hoy en serio que el anarquismo o el stalinismo tengan algo de demócratas, pero mucha gente tiene la errónea impresión de que los socialistas y los republicanos de izquierda sí lo eran. En cuanto a los republicanos conviene advertir de que se trataba de partidos pequeños, mal organizados y muy rivales entre sí. Una causa clave de la Guerra Civil fue que estas izquierdas no admitieron la victoria electoral
de la derecha moderada en 1933, respondieron a ella con maniobras golpistas, y terminaron aliados con las izquierdas más extremistas y revolucionarias. Para ellas la democracia consistía en su propio poder, sin admitir alternancia.

Mucho peor fue el caso del PSOE (Partido Socialista Obrero Español). Largo y otros líderes, en especial Prieto, marginaron a los socialistas moderados de Besteiro, y organizaron la insurrección armada, concibiéndola, textualmente, como una guerra civil, para imponer la dictadura del proletariado. La intentaron en octubre de 1934, causando 1.400 muertos, y fueron derrotados. Ello apenas les hizo cambiar de actitud, y en 1936 volvieron a crear un proceso revolucionario.

Quedan como posibles demócratas los nacionalistas catalanes y los separatistas vascos. Los nacionalistas, vascos o catalanes, aspiraban a usar los estatutos de autonomía para, desde el poder regional, avanzar a la secesión e imponerse
radicalmente sobre la masa de población ajena a sus ideas.

Para apreciar el carácter de las izquierdas debemos atender a otro rasgo crucial de ellas: su sumisión a Stalin, el gran defensor de la democracia española, si hubiéramos de creer a la propaganda. Quienes equiparan las intervenciones de Hitler y Mussolini con la de Stalin cometen un grueso error de perspectiva, en dos sentidos. El fascismo de Mussolini había sido poco sanguinario, y Hitler no se había revelado todavía como el genocida de la guerra mundial, mientras que nadie podía dudar de la crueldad exterminadora de Stalin, cuyas víctimas sumaban ya millones.

Estas razones destruyen, en mi opinión, las pretensiones de que las izquierdas defendían la democracia.

Pretensiones realmente grotescas cuando examinamos de cerca los sucesos, pero de las que yo mismo partía cuando comencé a investigar sobre las fuentes primarias. Debe reconocerse que la larga persistencia de esta falsedad, evidentísima
a poco que se reflexione en ella, su entronización en libros de Historia y discursos políticos en medio mundo, constituye uno de los logros propagandísticos más notables del siglo XX. El mérito, si así lo queremos llamar, de ese logro debe acreditarse sobre todo a los comunistas, precisamente la fuerza más antidemocrática de ese siglo.

Pío Moa

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