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Mitos de la Iglesia

Mitos de la Iglesia

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Por Luis Peralta
SALTILLO, COAH. AGOSTO 7, 2006 (VANGUARDIA).- En los ya lejanos días de las persecuciones romanas se deformaba de manera grotesca la religión de Cristo. Por ejemplo, se ridiculizaba la creencia al afirmar que los cristianos adoraban a un niño o al hijo de un carpintero, es decir, a un ignorante. Por eso era frecuente que se dibujara un crucificado con cabeza de burro. De ahí surgió el mito romano de que los cristianos adoraban a un asno.

Hoy no es muy diferente, los mitos siguen existiendo, con el agravante de que ahora los rodean los nuevos conocimientos, los aportes de la ciencia y la casi erradicación del analfabetismo.

Veremos algunas de las falsedades que persisten en torno al cristianismo, y lo que la Iglesia opina de ellas.

Los cristianos son fanáticos del concepto pro-vida. Por ejemplo, defienden la vida de un nonato aun a costa de la vida de la mujer

Lo que dice la Iglesia

El cristianismo ha mostrado un compromiso con la vida desde el principio de su historia; se puede decir que ha sido uno de los signos distintivos de su estirpe.

La construcción de hospitales y la creación de órdenes religiosas consagradas al cuidado de los enfermos, son pequeñas muestras del amor a la vida, que caracteriza a los cristianos.

Coherente con esta visión de la dignidad humana, la Iglesia siempre ha tenido que luchar contra las agresiones de los cultores de la muerte.

No se trata de fanatismo, el fanatismo es ciego, irreflexivo y prejuicioso. La intransigencia de la Iglesia en la defensa de la vida, nace del razonamiento y la comprensión reflexiva.

La Iglesia no puede consentir el asesinato por simple capricho o comodidad. De hecho, es la única institución en la Tierra que defiende la cultura de la vida.

Es escandaloso que la Iglesia condene la homosexualidad e incluso la sexualidad, ¡con todos los sacerdotes homosexuales y lascivos que existen!

Lo que dice la Iglesia

La Iglesia es una organización de origen y sustento divino, pero compuesta por hombres y mujeres falibles y pecadores. Por eso los sacramentos son un remedio, un consuelo y una ayuda para vivir plenamente la fe.

La cantidad de pecados que pueden imputarse a los sacerdotes es bajísima, en comparación con la enorme cantidad de testimonios contra la falsedad de semejante generalización.

Si se aplicase la misma falacia contra los acusadores, la situación se volvería grotesca. Por ejemplo, ¿acaso podría alguien demostrar que de su parte no existen faltas ni pecados, y que todos los acusadores de la Iglesia son un dechado de virtud e impecabilidad?

Los conventos y los monasterios no se justifican. Las monjas y monjes son personas ociosas que nada hacen para construir un mundo más justo y próspero

Lo que dice la Iglesia

Se trata de un planteamiento materialista hasta la médula, ya que la vida no se puede apoyar únicamente en lo material y lo tangible. En otras palabras, el ser humano también necesita de las realidades del espíritu.

Las construcciones, los inventos y creaciones, el entretenimiento, y todas las formas de expresión de una cultura son por lo general materialistas, o por lo menos más centradas en el cuerpo que en el espíritu.

Parece lógico que en el mundo la gente se sume a la fiebre materialista. De hecho, la mayoría sólo puede comprender esa realidad.

Pero los humanos se neurotizan por la inanición espiritual, y se vuelven esquizofrénicos y tarados.

El cristianismo, por el contrario, enseña a los creyentes a construir el Reino de Dios con amor, que es lo que sustenta las bases tanto del cuerpo como del alma.

Precisamente por las realidades superiores del espíritu, muchos varones y mujeres lo han abandonado todo para seguir al Divino Redentor en la perfección de la pobreza, de la obediencia y de la castidad.

Los conventos y monasterios son pequeñas ciudades de Dios donde puede ser venerado, servido, consolado y amado como Él se merece, sin atender a nada más que a Él mismo.

Si el espíritu es superior a la materia, las actividades del espíritu son superiores a las actividades que se ocupan de la materia.

La Iglesia se enriquece con el dinero de la gente

Lo que dice la Iglesia

Si la Iglesia se aparta de los negocios del mundo y sólo se aplica a la salvación de las almas, es lógico que viva de las donaciones de los fieles, pues no tiene otra manera de allegarse recursos. Si, por el contrario, viviese mezclada en los negocios del mundo, perdería sus miras espirituales y viviría preocupada de las especulaciones y lucros propios de quienes viven de los negocios.

Entonces sería criticada por los especuladores como especuladora, por los negociantes como negociante, por los mundanos como mundana.

Y si viviese de los dineros del Estado laico, quedaría sujeta a los vaivenes y deseos del poder político de turno, se vería manchada con la política local y sería esclava de los caprichos de los gobernantes.

La Iglesia no se enriquece, por la sencilla razón de que sostiene innumerables órdenes religiosas y obras de caridad (que no son su principal misión), ni puede vivir de otro modo que del deber mínimo del fiel de sostenerla.

La Iglesia debería preocuparse de la pobreza y de los problemas sociales

Lo que dice la Iglesia

No es función del poder espiritual preocuparse por solucionar los problemas propios del poder temporal. Está en los gobiernos y en las diversas instituciones creadas para tal efecto, el atender y remediar los problemas sociales.

Ni siquiera las obras de caridad o de beneficencia pública tienen tal misión, ya que existen desde el momento en que el Estado es insuficiente o ineficiente para el cumplimiento de sus tareas de instauración del bien común. La beneficencia y la caridad hacen menos duro el drama de los pobres y auxilian con sus siempre escasos medios.

Pero la Iglesia no está para cumplir esas funciones.

La Iglesia puede ocuparse de los pobres y sufrientes, y lo hace, pero no es su función principal ni la obra que la hace “aceptable” ante el mundo.

Aquí conviene recordar las palabras del Señor a los apóstoles cuando éstos reclamaron por el frasco de esencia de nardo que usó María Magdalena para agradar a Jesús. A la protesta de “si lo vendiésemos, con su precio podríamos alimentar a muchos pobres”, el Maestro respondió: “pobres siempre tendréis, pero a Mí no siempre me tendrán”.

La Iglesia es enemiga del progreso

Lo que dice la Iglesia

La palabra “progreso” no implica una mejora integral para el ser humano (es decir, tanto en lo corporal como en lo espiritual). Para algunas personas, “progreso” significa “liberarse” de la influencia de la Iglesia, apartarse de sus principios, y erigir al individuo como dios absoluto.

La Iglesia no es amante del pasado ni tiene una visión del presente como referencia absoluta de la realidad.

La Iglesia, como una buena madre, aconseja, orienta, enseña y anima. Por este motivo no es “tradicionalista” ni “progresista”. Es eterna. No se queda anquilosada en los recuerdos ni abandona todo por un espejismo. Tiene la serena alegría de saberse fundada y sostenida por el mismo Dios, quien la preside y anima.

La Iglesia es cerrada e intransigente

Lo que dice la Iglesia

Para el cristiano no robar, no matar, no mentir, honrar a Dios y cumplir con la palabra empeñada, son principios que no están ni pasan de moda.

Si la Iglesia no fuese intransigente con los principios que la fundan, perdería validez y sería una caja de repercusión de las modas y pasiones del momento.

Un día cree una cosa, otro día la niega; un día sostiene que la salvación se encuentra en esto, mañana dirá que se encuentra en aquello. La Iglesia es depositaria y Maestra de la Verdad. No puede callar la verdad ni modificarla para contentar a las masas que claman por permisos para sus vicios.

La Iglesia es intransigente con el pecado, el vicio, la maldad y el error. No gobierna según el mundo, sino según la ley del amor. El mundo puede proyectar sus vicios y costumbres, pero no por ello sus locuras deben tomarse por verdad.

El cristianismo no es mejor que cualquier otra fe, creencia o filosofía. Todas las religiones llevan a Dios

Lo que dice la Iglesia

No parece convincente que “todas las creencias conduzcan a Dios”. ¿A qué Dios?

Da la casualidad de que las tres grandes religiones —cristianismo, judaísmo e islamismo— se fundan en el mismo origen, y por tanto se supone que adoran al mismo Dios: Al Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob.

Y si esas religiones no llevan a ese Dios, entonces algo debe andar mal, porque si hay un solo Dios no puede haber más que una verdad.

El cristianismo es una religión basada en el amor. Amor a Dios y a los hombres. Cualquiera puede libremente entrar y salir de la Iglesia, algo muy difícil de hacer en otras religiones y sectas.

Todos sabemos a qué reglas atenernos: a las de la Biblia. Cristo ordenó a los apóstoles: “Id por el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura, el que crea y se bautice se salvará, mas el que no creyere se condenará”.

Jesús dijo: Mt 16,18-19 “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y las puertas del infierno no prevalecerán sobre ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Cuanto atares en la Tierra será atado en los Cielos, y cuanto desa-tares en la Tierra será desatado en los Cielos”.

Por tanto, un cristiano debe obediencia a su Iglesia o no es cristiano.

Tomado de “Mensajes de la Cristiandad”

 

 


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