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Ante Jesús en su cuna

Ante Jesús en su cuna

Ante Jesús en su cuna


Habíamos iniciado este mes de Diciembre con una invitación a Caminar hacia Belén ya que en la noche del próximo día 24 se abre al mundo la conmemoración de la Navidad, el nacimiento de Jesús en Belén. Nos pareció que era bueno mantener los pasos de nuestro pensamiento, durante los días que preceden a esa fecha, por la ruta que se orienta claramente hacia ese portal de Belén y recoger, allí, esa especial luz y la gracia de Dios que da a manos llenas Jesús - Como un torrente que crece -.desde ese pesebre que tiene como cuna. Hasta el fondo de nuestra alma llega esa honda manifestación de humildad para que a todas horas nos sirva de llamada a la atención amorosa que se debe a toda aquella persona para la que cada día de su vida nace en la pobreza, en la carencia de muchas cosas que le son necesarias.


El camino de cada día, para cada persona, puede convertirse en camino hacia Belén; basta que abra los ojos del alma y se fije, con amor, en aquello que hay a su alrededor. Esas miradas del alma son las que le harán mostrarse más amable con la gente que pasa a su lado y que muestran en sus rostros cansancio, hastío, decepción, desesperanza y hasta rencor en algún caso. Verá también el esfuerzo que, con muy poca edad, hacen esos chiquillos que van al colegio, o a la guardería, cuando todavía no ha terminado de clarear el día. Y esos obreros que trabajan en sitios inhóspitos y hasta peligrosos, enfrentándose con la dureza de la vida, ¿no merecen, acaso, que se les trate con respeto y agradecimiento por su labor?. El camino hacia Belén, al que invitaba el día 1 de Diciembre, es ese camino de amor y de humildad.


Es necesario que nos demos cuenta de la verdad de la vida y que aportemos a ella lo bueno de lo que se es capaz cuando se vence al orgullo, al egoísmo, al rencor o la simple tontería; cuando de verdad se es persona libre y no sujeta a ataduras, por muy doradas que éstas puedan ser o parecer. Cuando algo sublime se conoce, todo lo demás pierde valor y hasta desaparece o deja de ser tenido en cuenta. La grandeza de la persona es la humildad, el actuar desprendido de cualquier asomo de fatuidad. Es seguir el ejemplo de Jesús, que en Belén se nos muestra, recién nacido, en la humilde cuna que tuvo: la de un pesebre.


Pues ahí lo tenemos, de nuevo, al final de nuestro caminar. Lo hemos tenido muy presente en nuestra mente a lo largo de estos días, desde el comienzo de Diciembre. El camino no se ha hecho en solitario pues en todo momento se tuvo la compañía del pensamiento, que nos fue aportando lo que era necesario: la brillante belleza del amor a la humildad.


Con ese amor, lleno de humildad, me dirijo en esta Navidad a quienes esto lean y a quienes ni siquiera tengan noticia de ello, para desearles que sean muy felices y que reciban la paz ante Jesús en su cuna.


Manuel de la Hera Pacheco.-

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