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La catedral de Córdoba y la Alianza de Civilizaciones

La catedral de Córdoba y la Alianza de Civilizaciones

La catedral de Córdoba y la Alianza de Civilizaciones

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Jorge Fernández Díaz
10/1/2007

La petición que el presidente de la Junta Islámica Española ha dirigido al Papa para que permita el uso conjunto de la catedral de Córdoba por parte de cristianos y musulmanes, ha merecido ya adecuada réplica por parte del obispo de la diócesis cordobesa. Sus argumentos tanto religiosos, teológicos, jurídicos, como en especial históricos merecen ser destacados.

En efecto, es preciso recordar que antes que mezquita la catedral de Córdoba era una basílica visigótica construida entre los siglos IV y VI. Valga este dato para recordar que las raíces cristianas de España son muy profundas y que, en efecto, el Islam estuvo presente en la Península Ibérica a lo largo de ocho siglos pero como consecuencia de una invasión sobre lo que era la Hispania visigótica, heredera a su vez de la Hispania romana.

Más allá de este sencillo pero necesario recordatorio histórico, esa petición no es un hecho aislado ni anecdótico, tanto por a quién se dirige como por el momento en el que se produce. El destinatario es Benedicto XVI, y cuando los ecos de la polémica que se originó en torno a su conferencia en la Universidad de Ratisbona y su posterior viaje a Turquía están muy recientes.

En cuanto al momento, profundicemos en la cronología precedente a la petición. El Papa se refirió en Ratisbona a un famoso diálogo relativo a las circunstancias en las que se encontraba Constantinopla antes de sucumbir en 1453 frente a los otomanos. El fundamentalismo islámico intentó evitar la visita papal a Turquía, cosa que la ágil e inteligente respuesta de la diplomacia vaticana impidió al convocar a un encuentro con el Papa a cualificados dirigentes religiosos del Islam.

La alternativa estaba servida: una vez más iban a ser presentadas las religiones monoteístas con las creencias y dogmas que integran su particular cosmovisión como la patología desencadenante de la violencia y la guerra que demasiadas veces se ha visto en la historia. La Alianza de civilizaciones aparece así como la única respuesta razonable y posible en el siglo XXI a creencias impropias de la actual postmodernidad.

Como hemos dicho, la respuesta de Benedicto XVI permitió encauzar la situación a sus justos términos. Pero no olvidemos que Rodríguez Zapatero no pidió respeto para el Papa frente a la violencia desencadenada contra él –antes tanto su Gobierno como su partido le habían criticado- sino hasta un día después de que lo hiciera, por ejemplo, el presidente de la República Islámica Iraní. La Alianza de Civilizaciones celebró una cumbre en Turquía en vísperas de la llegada del Papa y hasta que no fracasó estrepitosamente una manifestación fundamentalista convocada para boicotearle, Erdogan no accedió a recibirle y a acompañarle unos breves minutos en el aeropuerto. Por cierto algo parecido a lo que hizo nuestro presidente cuando no acudió a despedir a Benedicto XVI al aeropuerto de Manises con ocasión de su pasado viaje a Valencia.

Al fin Benedicto XVI acudió a la antigua catedral de Santa Sofía, hoy convertida en museo por el padre de la moderna Turquía, Mustafa Kemal Atatürk, tras haberse convertido en mezquita a partir de 1453. Hoy Turquía es una República laica –léase laicista- con una población abrumadoramente musulmana y sin auténtica libertad religiosa. Atatürk la fundó tras la caída del Imperio otomano arrastrado por la derrota en la I Guerra Mundial de sus aliados los Imperios centrales.

El laicismo tiene sus dogmas, como todo fundamentalismo. Santa Sofía –la Sabiduría Divina- es un paradigma de raíces cristianas -y también musulmanas- muy profundas. La solución laicista: ni cristiana ni musulmana, sino museo. Es imposible no ver esta traza histórica en lo que está sucediendo en España en la actualidad. Ante reivindicaciones fundamentalistas islámicas sobre Al-Andalus y su selectiva presencia en Granada y Córdoba, el proyecto laicista dirigido por el señor Rodríguez Zapatero aparece como la versión autóctona de la Turquía moderna. La Alianza de civilizaciones que dirige el tándem hispanoturco tiene en Córdoba la réplica histórica de Constantinopla.

Sólo falta que Rodríguez Zapatero, como nuestro particular Atatürk, decida que la solución a la polémica en torno a la catedral de Córdoba es convertirla en museo. Parece política-ficción pero no se lo crean, es otra cosa, es una pesadilla hecha actualidad.

*Jorge Fernández Díaz Diputado al Congreso por Barcelona Secretario General del Grupo Parlamentario Popular

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