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Hasta las aguas hablan

Hasta las aguas hablan

Hasta las aguas hablan

Hay mucho ruido a todas horas y el ambiente te torna molesto, quizá insufrible, a poca sensibilidad auditiva que se tenga. Hay quienes dicen que conviene que haya mucho ruido para que no se oiga, o que se difumine, algo que no le va bien a sus intereses. Pero a ello unen lo que consideran unas notas de atención hacia el personal, señalando que ese ruido conviene que tenga un carácter festivo. Así se convierte en fiesta lo que ensordece, lo que hace que no se distinga lo que dicen unos u otros de sus cosas, que pueden ser interesantes y hasta necesarias de ser oídas. Tal vez pueda ser algo que se refiera a la posible quiebra de una importante empresa, disminución de los niveles exigibles en la formación académica, la responsabilidad de la familia en la educación de los hijos, el respeto a la libertad..., y otras muchas cuestiones que requieren la máxima atención por parte de todos.

Esa forma de proceder ha acompañado a la Historia en todos los tiempos y hasta parece que se acepta en espera, siempre, de mejores condiciones para hacer notar que ese ruido, aunque sea festivo, no es lo mejor para la sociedad y tampoco para cada persona y ni siquiera para quienes lo producen. A veces una voz se hace oír, con claridad, a pesar de esa barahúnda. Es la voz de la razón que se ha ido abriendo camino - a veces sufriendo desaires - entre otras muchas consideraciones que se hacen notar por el ruido - a veces festivo - del que se hacen acompañar. Esa voz de la razón, nacida de la serena reflexión, necesita ser apoyada con el cariño que reclama todo lo que es justo, sin necesidad de alharaca alguna que pudiera desvirtuar la limpieza de su génesis y la honradez de su trayectoria hacia el fin propuesto.

Esa voz de la razón es la voz de la ley justa que señala la dirección que conduce al ser humano a su propia meta o destino, su felicidad. ¿Cómo no se multiplican los esfuerzos para atender la voz de la verdad, la voz que libra de la perdición?. ¿Cómo no se hace todo lo que es necesario, por quien ha de pensar, para eliminar ese ruido a su alrededor?. ¿Acaso no quiere escuchar la voz de la razón?. El hombre (el ser humano, en general) es un ser social y busca la felicidad en la sociedad y por la sociedad. Quienes conducen a la sociedad han de tener en cuenta, necesariamente, que son responsables de garantizar, por medio de sus leyes o disposiciones, la libertad humana de buscar la felicidad y ser dichoso en ella.

Mi amigo, el viejo marinero hecho a los rigores de la mar, dice que hasta las aguas hablan en esas noches en las que se navega hacia el caladero, cuando todo es incertidumbre, cuando el temporal acecha, cuando el cansancio abruma.

Es la hora del silencio en soledad, la hora en la que toda persona debe oír la voz de la razón, la de la verdad libre de cualquier disfraz, como lo hacen al abrazar el casco del barco las aguas de la mar.

Manuel de la Hera Pacheco.- 05.Marzo.2007

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