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No parece lo adecuado

No parece lo adecuado

Qué cuidado hay que tener, a lo largo de cada uno de los días de la vida, con las circunstancias que se van a ir presentando al tiempo que se desarrolla la labor que se haya emprendido. Normalmente las intenciones son muy buenas y se suelen tomar las medidas necesarias para que todo discurra bien, pero la realidad es que hay ocasiones en las que lo que se hace no es lo adecuado. Se podrá corregir de forma inmediata o tal vez no, quizá porque no se advierta de forma inmediata el error o porque se deje uno llevar por los acontecimientos. Es posible, también, que no se quiera reconocer el error o que se estime que no creará problemas, pero antes o después aparecerán las dificultades y complicaciones, que unas veces no tendrán mayor importancia pero que, por desgracia, no siempre será así.

Hay hechos muy simples que afectan exclusivamente a una persona, a la que los protagoniza y, quizás, a un muy reducido número de personas, entre las que se suelen encontrar aquellas a las que más se quiere. Otros son de mucha mayor importancia y trascendencia, tanto por la entidad de las personas a las que afecta directamente como por la repercusión social que se produzca; por el ejemplo, malo por lo general, que se da.

 

La noticia de lo ocurrido en el Ayuntamiento de Marbella, que se está conociendo en estos días, es un ejemplo de lo que sucede cuando lo que se hizo no era lo adecuado. Es posible que algunas de las personas implicadas actuaran sin calibrar bien lo que hacían o que estuvieran mal aconsejadas por personas en las que confiaban. De ser así, ¿cómo pudieron ser recomendadas para ocupar unos puestos importantes, en los que se podían presentar situaciones delicadas?. De otra parte, ¿no ha habido quienes fiscalizaran, antes, sus actuaciones?. Tal vez sean esas personas las que, en su momento, no hicieron lo adecuado. Ellas también son responsables, en cierta forma y medida, de lo que ha ocurrido.

 

En otro orden de cosas, en lo deportivo concretamente, se pudo ver el pasado sábado, durante el partido de fútbol en el que contendían el Barcelona y el Real Madrid, la importancia que tiene actuar sin calibrar adecuadamente las consecuencias. El árbitro estima que se ha producido una falta que debe calificar como penalti y así lo señala. Se le protesta esa decisión por varios jugadores pero él mantiene su criterio. La protesta del jugador, al que se le ha señalado la falta, se hace mayor e impertinente, lo que provoca que el árbitro lo expulse del terreno de juego. ¿No se pudo evitar la penalización al equipo del que formaba parte el jugador sancionado?. Tal vez el árbitro debió alejarse del jugador airado y éste, por supuesto, ser más comedido. Uno y otro no parece que hicieran lo más adecuado.

 

La prudencia es bueno que acompañe siempre a toda persona; tanto más cuanto mayor sea la autoridad que tenga, o represente, la misma. No es lo mismo una opinión dada en un reducido grupo de amigos, que si se proclama, por quien ejerce la presidencia del gobierno, en un auditorio abierto a todos los medios de comunicación; máxime si esa opinión se hace sobre una cuestión que afecta, seriamente, al sentir de todos los gobernados, y si esa opinión se vierte como una recomendación para actuar. Obrar así no parece lo adecuado.

 

Manuel de la Hera Pacheco.- 3.Abril.2006.- 

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