Cerrazón intelectual
Cerrazón intelectual
Malo es que las pasiones se adueñen de la persona porque se produce, en ella, una cerrazón intelectual que le impide tener conciencia clara y verdadera de cuanto acontece en su entorno y en todo aquello que, de alguna forma, le compete. Las personas poseídas por la fuerza de sus pasiones dejan de ser libres y, así, sus decisiones son las de sus pasiones. El análisis de las cuestiones, cuando la persona está dominada por algún tipo de apasionamiento, se produce de forma imperfecta y los resultados que se obtienen son, en cualquier caso, imperfectos, faltos de lógica, carentes de profundidad y, a veces, hasta ridículos y provocadores de rechazos que pueden llegar, en alguna ocasión, hasta la pérdida de confianza en esas personas que han optado por ser prisioneras de unas pasiones.
Es un mal espectáculo el que proporciona una persona cuando se muestra con cerrazón intelectual, a causa del apresamiento que de ella han hecho unas determinadas pasiones. Esas personas hacen sufrir a quienes las quieren; en tanto mayor grado cuanto más sincero, firme y profundo sea ese cariño; y también sufren aquellas otras que aman aquello que, de alguna forma, es dañado por la cerrazón intelectual que padecen - a veces con gusto - quienes no saben o no quieren romper las ligaduras del apasionamiento que ha irrumpido en su ánimo, deshaciendo unas defensas que han demostrado ser débiles, faltas de fundamento y, por ello, sin capacidad de reacción. A veces ese mal espectáculo, cuando no produce daños mayores a otras personas, se acepta como un mal menor y se trata de ayudar, de alguna forma, a quienes lo provocan; es un acto de misericordia hacia quienes sufren prisión.
Ese mal espectáculo adquiere proporciones mayores - de escándalo incluso - cuando dejan de ser sensatos quienes tienen como misión llevar a buen fin las labores de gobierno que la sociedad le ha conferido, de forma expresa, bajo el principio de que aquello que se haga ha de serlo sin atentar contra los derechos fundamentales de la persona. Son sumamente dañinos los apasionamientos que puedan llegar a sufrir quienes gobiernan, pues la cerrazón intelectual, que les es aneja, impide que puedan contemplar con claridad y ecuanimidad todo lo que les demandan, como necesario, quienes forman esa sociedad. Gobernar no es alterar, o forzar, o rechazar las convicciones buenas y justas de los gobernados, sino favorecerlas.
Gobernar no es mantener, a toda costa, el predominio de unos sobre otros, sino trabajar para que todos disfruten de lo mejor que cada cual pueda aportar en beneficio de la calidad de la dignidad humana de la sociedad. El gobernante no debe permitir que el apasionamiento partidista llegue a producirle esa cerrazón intelectual que hace injusto a quienes la padecen y que provoca reacciones de rechazo en la sociedad. Debe liberarse el gobernante de la tentación de absolutismo a la que le conduce esa cerrazón intelectual.
Gobernar no debe provocar sesiones lamentables en las que se pone de manifiesto la falta de atención de unos hacia a otros. Quienes gobiernan y quienes son gobernados deben procurar que sus mentes se mantengan siempre claras para que sus actuaciones sean justas y amables, en beneficio de la paz en las almas y, como consecuencia, en la sociedad.
Manuel de la Hera Pacheco.- 12.Mayo.2006
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