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Mofa de la Iglesia, apología del aborto y elogio del homomonio

Mofa de la Iglesia, apología del aborto y elogio del homomonio
J.A Osca.

http://paracambiarelmundo.blogspot.com/2006/05/aqu-no-hay-quien-viva.html

jueves, mayo 25, 2006

Aquí no hay quien viva

Así está la cosa, y lo que nos espera, porque parece ser que la Universidad Carlos III ha encargado a los guionistas de este engendro el manual de "Educación para la Ciudadanía"...

Mofa de la Iglesia, apología del aborto y elogio del homomonio
J.A Osca.
Aquí no hay quien viva
Cadena televisión: Antena 3
Hora de emisión: 22:00
Fecha emisión: 11/05/2006

Los dos últimos capítulos emitidos por Antena 3 de la serie “Aquí no hay quien viva” constituyeron un catálogo perfecto del pensamiento e ideología que pretenden imponernos en España desde el sector de la progresía más rancia y ultramontana.

En una de las tramas, una de las dos lesbianas de la serie decide tener un niño, pero como necesita semen, se va con su otra amiga lesbiana al ‘banco de semen’ de la primera planta, donde viven dos gays porque “entre gays y lesbianas, el tráfico de espermatozoides es lo más normal del mundo”. De los dos, Fernando es el elegido (porque el otro, Mauri, ya prestó el suyo en otra ocasión) y le dan un frasquito para que deposite su semen. Pero Mauri, por celos, cambia el frasco de semen de Fernando por el suyo, para que el hijo de la lesbiana sea suyo. Otro vecino de la comunidad, Mariano, un hombre feo y extravagante, pega otro cambiazo y deja otro frasco con su propio semen, y tira los otros dos “porque quiere tener un hijo normal”. A las lesbianas (que no saben el tejemaneje de frascos) los médicos les dicen que el semen es de mala calidad, y que van a tener que conseguir la fecundación con una técnica nueva. Al final, se queda embarazada de Mariano, con la nueva técnica (¿a que se ve venir?...).

Así es. La lesbiana embarazada, tras descubrir que el hijo que viene no es del gay, sino suyo y de Mariano, tras dudarlo –“¿qué va a decir mi abuela si se entera?” (es decir, la carca, rancia y anticuada de mi abuela)-, aconsejada por sus amigos, y tras una pesadilla en la que le sale una especie de ‘alien’ de su vientre, decide abortar. Cuando va al médico a pedir el aborto acompañada de su lesbiana pareja, este le dice que el embrión se ha desprendido y se ha perdido. Grandes abrazos y besos. El médico les sugiere intentarlo con los dos embriones que quedan. “No, destrúyalos”, le espetan.

Hay que destacar que antes de decidir abortar, la lesbiana embarazada, por razones de conciencia, ha acudido a un sacerdote a pedir consejo, en un confesionario. Un sacerdote presentado como un perfecto estúpido, por supuesto, y al que los amigos gays y lesbiana presionan desde los dos lados del confesionario para que diga a su amiga que no pasa nada por abortar. El cura le dice que no, que es una nueva vida y que no puede hacerlo (aquí los guionistas han estado flojos).

Mauri empieza a rezarle a Dios: “Yo, homosexual y ateo, aunque no soy digno de que entres en mi casa, -así me decían en el colegio-, y aunque creaste el mundo y luego te dedicaste sólo a escuchar, (¿a qué logia les recuerda esta frase?) te pido que hagas algo para que mi amiga no tenga al niño”.

Esta es una de las tramas principales. En otra, el portero, Emilio, se acuesta con su nueva pareja, sin saber que es un transexual que todavía no se ha operado, y en plena acción ‘descubre el pastel’: “Es una mujer atrapada en un cuerpo”, se explica Emilio cuando sus amigos se ríen de él. Los transexuales se manifiestan para pedir respeto por su condición (¿no será propaganda ante la ley de cambio de sexo que prepara el gobierno?).

En otro momento, una de la serie le dice a su madre: “Vístete sexual, que si no te parecerás a esas beatas que van a Roma a ver al Papa”.

Es decir, en sólo dos capítulos: se ríen de la Iglesia, hacen propaganda del matrimonio homosexual, de las técnicas artificiales de fecundación, del aborto, de la manipulación de embriones humanos y su posterior destrucción, de la normalidad de la transexualidad, de la infidelidad matrimonial y de enviar a los padres ya mayores, que molestan, al asilo, es decir, también de la destrucción de la familia. Y todo ello disimulado con ese tono simpático y desenfadado de la serie. ¿Alguien da más? Los que pretenden imponernos ese pensamiento desde arriba están que se salen con esta serie. No se puede hacer mejor. Enhorabuena.

Esto es “Aquí no hay quien viva”. No sería mejor: “¿Esto no hay quien lo vea?”.

Para: nadie.

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