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Cuando la verdad no importa

Cuando la verdad no importa
Ricardo Puente García

 

http://www.analisisdigital.com/Noticias/Noticia.asp?id=12298&idNodo=-5



No hace mucho ha muerto uno de los grandes pensadores españoles del siglo XX, el discípulo de Ortega, Julián Marías. Recuerdo haber leído varios artículos suyos en los que planteaba una cuestión de viva actualidad: ¿qué ocurre en la sociedad cuando no se respeta la verdad?

Estamos viendo con qué facilidad y descaro se miente en la vida pública. Cosas que se afirman tajantemente y días después se demuestra que es falso. Y no se trata de temas sin importancia, sino de asuntos y personas con cargos relevantes en política. Y una vez descubierta la falsedad, la persona que miente no se desmiente; deja que el tiempo lo olvide o dice lo contrario de lo que dijo antes o con un nuevo eufemismo encubre la verdad.

Los ejemplos se multiplican cada día. “La carta de extorsión de ETA es anterior a la tregua”. Pues no; se ha demostrado claramente que es posterior. “No ha habido contactos con ETA. Se lo digo otra vez: no, y no” . Pues se ha demostrado que sí los ha habido y desde hace tiempo; así lo reconocen los mismos que repitieron el no. “He sido agredido violentamente, me dieron patadas, puñetazos”. Pues se ha demostrado en juicio que no hubo agresiones Y algún policía se jugó el puesto por decir la verdad. “No tenemos información sobre los más de 1.500 inmigrantes muertos en pateras que salían de Mauritania hacia las islas Canarias” . Y al día siguiente se publicaba la nota de la Guardia Civil en la que desde hacía tiempo informaba al gobierno sobre el hecho. “La OPA Gas Natural con Endesa es un asunto de empresas y el gobierno no interviene”. Los hechos y también las palabras han puesto de manifiesto que miembros del gobierno han intervenido en la operación.

Así podríamos seguir con una lista interminable. Sobre todo si entramos en las declaraciones sobre el gravísimo atentado del 11M, donde las mentiras y pruebas falsas se han acumulado, creando una confusión en torno a los hechos que es caldo de cultivo ideal para echar la culpa a los que ya no pueden hablar porque murieron en Leganés. En todos los casos, pero más en éste, la verdad nos interesa a todos.

Lo más curioso –y dañino al mismo tiempo- es que el mentir, sea ante el Parlamento o ante un tribunal o ante un medio de comunicación, sale gratis. Aún más, es rentable, porque hay gente y medios predispuestos a dejarse engañar cuando la mentira va en favor de sus propios intereses o postulados ideológicos y partidistas. Eso es lo que importa, mucho más que la verdad. Por otro lado, si tenemos por delante una causa tan justa como la paz o la reorganización de España o la ampliación de derechos a la ciudadanía, en estos casos y otros muchos, se piensa que el fin justifica los medios, aunque no se diga abiertamente. La verdad no importa tanto; se puede manipular, esconder, tergiversar, hasta reinventar.

¿Qué ocurre cuando no se respeta la verdad? Siguiendo la argumentación de Julián Marías, sobre la mentira nunca se construye cosa buena para la sociedad. Está demostrado por la experiencia. Aunque a corto plazo pueda ser rentable para algunos, a medio y largo plazo es siempre pernicioso para el bien común. Y lo que es peor, se extiende como una plaga la conciencia social de que la verdad no importa; lo que importa es la ventaja que cada uno puede obtener para sí o para su grupo.

Todo se explica. La verdad no importa para quienes están bien situados en una actitud relativista de la vida. Es más, la verdad no existe; se construye a la medida de cada uno. Por ejemplo, respecto al matrimonio. ¿Por qué tiene que ser entre un hombre y una mujer? Vamos hablar de “ampliación de un derecho”, y no importa que tal derecho no exista. Puestos a ampliar derechos, que es muy “progresista”, hasta los monos tienen derechos humanos.

O respecto al embrión humano, vamos a llamarlo “pre-embrión” en las dos primeras semanas y deja de ser un ser humano en el primer estadio de su evolución. O respecto al aborto, vamos a llamarlo “interrupción voluntaria del embarazo” y deja de ser causa de muerte a un ser humano ya vivo. Este no reconocer la verdad de la naturaleza humana tiene sus consecuencias. Es famoso el dicho de “Dios perdona siempre, los hombres algunas veces, la naturaleza nunca” . Al final la naturaleza, la verdad de los hechos, la realidad en sí misma, pasa factura. Y las consecuencias no afectan sólo a los que tergiversan la verdad, sino a todos.

En otro orden cosas, la verdad tampoco importa. Lo que importa es lo políticamente correcto. Por ejemplo, parece importar mucho la defensa de la mujer y desde luego se ha luchado con razón para hacer valer sus derechos. Pero ¿por qué no salen grupos feministas y sectores que los apoyan frente a la mayor postración de la mujer que sabemos es una humillante realidad en países que todos conocemos y en culturas donde la mujer no cuenta? Si lo que importa es la verdad del reconocimiento de la mujer, que se diga claramente y con fuerza allí donde la mujer está más infravalorada.

Hablemos también de religión. Si lo que importa es la verdad del respeto al sentimiento religioso de las personas en todo el asusto de las viñetas sobre Mahoma, ¿por qué esa verdad deja de existir cuando se trata del sentimiento religioso de los cristianos? Podemos hacer una lista interminable de casos en los que de forma descarada y soez se ha hecho burla de la religión cristiana y de la Iglesia en determinados medios de comunicación. De la Iglesia se pueden decir todas las barbaridades que a uno se le ocurran; para algunos –incluso para algunos llamados teólogos- es signo de identidad progresista. Pero hablar mal de otra religión es políticamente incorrecto. Por eso la pregunta: ¿es la verdad lo que importa o se esconden otros intereses que importan más que la verdad?

Por el bien de la sociedad hemos de hacer lo posible para que se respete la verdad. Porque la verdad sí importa, y mucho. Para nosotros los cristianos la verdad tiene mucho que ver con nuestra fe en Dios. El mismo Jesucristo se identifica con la verdad: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 14, 6). Y nos dice claramente el efecto benéfico de la verdad: “Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres” (Jn 8, 32). Apostar por la verdad es poner luz en la vida: “Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Jn 8, 12). Por el contrario, “si mentimos y no practicamos la verdad, andamos en tinieblas” por la vida (1 Jn 1, 6). Y “si un ciego guía a otro ciego, los dos caen en el hoyo” (Mt 15,14).

En resumen, mal futuro le espera a una sociedad donde no se respeta la verdad y donde la verdad no importa. Aquello de “queremos saber la verdad” tiene hoy plena actualidad en muchos casos que todos tenemos en la mente. Si queremos servir al bien de la sociedad, hagamos valer la verdad, defendamos siempre la verdad y no dejemos que otras causas e intereses se antepongan a la verdad.

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