En la casa de mi hija
En la casa de mi hija Dossier: LA ABUELA EUROPA
Joshua Craze & Inga Pietrusinska - Varsovia - 20.6.2006
Reportaje
En la casa de mi hija
En un Asilo de Retiro para Veteranos de la Guerra en Varsovia, de entre las reliquias del pasado, la gente construye un presente libre de futuro.
En el breve sendero de hormigón hacia la entrada, parejas ancianas se mueven a velocidad muy lenta, sobrepasando un monumento de la guerra, mientras otros grupos se sientan y conversan en bancos de piedra. Bienvenidos al nuevo mundo. Europa está envejeciendo; Naciones Unidas estima que para el año 2050 el 35% de la población tendrá más de 65 años. no es sólo una cuestión de sistema de pensiones. Es una cuestión de qué entendemos por vida; significa separarse por completo de un sistema que estaba preocupado por la reproducción y la prolongación del linaje.
Los ancianos son los nuevos jóvenes
Polonia no es una excepción a la tendencia europea. La organización WHO estima que para 2050 el 30% de la población tendrá más de 65 años, mientras que la población total se habrá reducido un 15%. En un intento por aplazar la crisis económica que ello produciría, en 1999 Polonia introdujo un sistema innovador de pensiones.
Las personas que viven en asilos de retiro no serán afectadas por estas reformas; para cualquier persona que haya nacido antes de 1949 los beneficios seguirán operando bajo el viejo sistema. Fue el mismo sistema soviético que construyó el Asilo de Retiro para Veteranos hace veinticinco años. Alrededor de 130 personas trabajan allí, cuidando de una población de alrededor de 200 pensionistas. A pesar del ascensor verde sucio y los húmedos corredores, parece un buen lugar para vivir; limpio y ordenado. Según me enteré luego, es uno de los mejores asilos de retiro de Varsovia.
La casa de la memoria / la memoria de una casa
Las habitaciones no eran pequeñas, pero estaban repletas. Mientras entrábamos en una, surgieon caras de todos lados; fotografías de seres queridos hace mucho ya fallecidos; medallas y muñecas –todo muy reluciente y limpio-. Escuchar a Irena Putkiewicz en su su habitación, es escuchar la difícil historia de Polonia en el siglo XX. Nacida en 1934, su rostro marcado viste la historia de supervivencia en un campo de concentración, la persecución de los alemanes por su participación en el levantamiento de Varsovia, y luego convertirse en una prisionera política bajo el régimen comunista.
Los objetos, reliquias de la memoria, encienden su Historia mientras cuenta cómo fue forzada a abandonar la casa de su familia y la herencia de dos padres maestros; parte de la destrucción de la inteligentsia durante la Segunda Guerra Mundial. Una carta de la Fundación Spielberg de Historia Visual de Supervivientes de la Shoah aparece fuera de lugar aquí, sin habla junto a sus historias. Entonces nos muestra una reliquia física, un momento de Historia acumulado en su cuerpo: se inclina hacia delante y nos muestra la herida de guerra que le habilita para estar allí.
Lleva aquí 16 años, y en este momento hay una larga lista de espera. Sin embargo, si pagas, puedes saltarte la lista –"muchas personas aquí no son veteranos", denuncia-. “Todos hoy son corruptos”, se queja, “los trabajadores roban comida, la medicina nunca llega”. “Yo hice campaña para que tuviéramos un coche; así la gente podría moverse. Ahora tenemos un coche; pero sólo la esposa del director lo usa, y el chófer duerme en el asilo."
Lamenta los cambios que vinieron después de la Segunda Guerra Mundial. Varsovia destruida y la élite civil masacrada, el poder fue tomado por “las personas del campo, que se pusieron un traje y pensaron que eran alguien”. Ahora el comunismo se ha ido, pero la cultura de corrupción y de pensar sólo en uno mismo continúa imbatible. “Todo es por dinero hoy, no hay más respeto”.
Cediendo, Irena admite que ella también es culpable. “Una vez tuve que ir al hospital. Cuando llegué allí me dejaron sola, hasta que mi familia llegó y le deslizó un sobre al doctor. ¿Pero qué otra cosa podemos hacer? ¿Cómo, si no, podemos conseguir tratamiento?”.
Mientras habla, anuncian la hora de la comida de la tarde: un pequeño plato de sopa, un par de salchichas no parece suficiente para seguir adelante. “¿Ves?”, gesticula Irena. La pequeña porción de comida no se correspondía con los platos de fresas y tortas que preparó para recibirnos.
Manteniéndose ocupada
Gracias a su esposo, que era piloto, recibió el 200% de una pensión normal, y puede pagarse algunas cosas extraordinarias. Normalmente, el asilo se lleva el 75% de la pensión. "Para aquellos que reciben una pensión menor", nos dice una amiga de Irena, "la vida es muy difícil". Ella votó por Lech Kaczynski, lider del conservador Partido Ley y Justicia, pero ahora se siente traicionada. “No hacen nada por nosotros, con cada líder vienen las mismas promesas y la misma corrupción”.
A pesar de esto, Irena parece ocupada. Se levanta todos los días a las seis, y trabaja con una asociación de pilotos retirados. También conocimos a pintores y escultores en el asilo de retiro. Libres de las demandas de la sociedad, estos pensionados polacos parecen genuinamente estar produciendo algo, en vez de involucrarse con el capitalismo de las ferias para pensionados.
Incluso la pequeña capilla en el segundo piso parece agitada; cien personas asistieron a las misas del domingo, y unos pocos años atrás presenció un casamiento entre un hombre de cien años y una mujer de cincuenta. Los otros pensionistas con los que hablamos parecen felices, tanto Rajmund como Malgorzata, de 82 y 96 años respectivamente, disfrutan del vivir en este extraño edificio en el fondo de la Historia.
Al irnos, los vemos vagar lentamente por el asilo. Los árboles cargados con el nuevo futo de la primavera. No pudimos evitar pensar que había algo de futuro en todo esto.
Joshua Craze & Inga Pietrusinska - Varsovia - 20.6.2006 | Traducción: Victoria Bembibre
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