UNA NOCHE EN LA MONCLOA
UNA NOCHE EN LA MONCLOA
El año 2005 se está despidiendo de mí con una fiebre de órdago que me ha debido producir algún desvarío porque uno de sus embates me ha transportado, nada menos, que al Complejo de La Moncloa y allí he pasado una noche entera deambulando a mi antojo.
Os contaré en forma sintética, cuanto vi, oí y olí:
De modo insólito me vi en la puerta de acceso al “Complejo” que franqueé sin mayor problema.
A unos cien metros de la entrada, encontré una gran rotonda en cuyo centro se yergue un altísimo alcornoque poblado de pajarracos negros que no supe distinguir si eran cuervos o buitres.
De la rotonda parten tres amplias avenidas rotuladas con los nombres de Pasionaria, Carrillo y República. En todas ellas alcornoques en las aceras.
Me decidí por la Avda, de la Pasionaria y, en primer lugar. entré en un edificio sencillo del que salía un ruido infernal. Todo el interior lleno de tuberías de distinto grosor.
Me salió al paso una señora bajita, gordinflona, de rostro no muy agradable que me dijo se llamaba Cristina, por lo que deduje que era la Ministra Narbona y que estaba instalando una desaladora.
Crucé la Avda. y tuve la ocurrencia de entrar en una construcción minúscula de la que salían los gritos desgarradores de una mujer cuyo cuerpo, sin ser gruesa, estaba atascado en una puerta y pedía auxilio. Era María Antonia Trujillo, la de la Vivienda, que no podía salir del cuchitril.
Siguiendo por la misma acera fui sorprendido por el insoportable hedor, del que salían huyendo Aznar y Rajoy.Me tapé la nariz con un pañuelo, y entré en un edificio averiguando que la causa del mal olor la producía un individuo delgado, calvo, de rostro cetrino y aspecto de malauva que estaba removiendo un cubo repleto de porquería. Habrá pensado alguno de mis lectores que era Rubalcaba. Y no se equivoca. Tuvo la gentileza de enseñarme una amplia cocina y me indicó que es allí donde se confeccionan las encuestas.
Dejé aquella Avenida y pasé a la de Carrillo, pues me llamó la atención lo que parecía un templo romano y en su frontispicio aparecía con letras moradas: “ Logia monclovita”. Picado de la curiosidad entré y pasé a un salón enorme, cuyas paredes estaban repletas de retratos de hombres célebres, entre los que pude reconocer a Prim, Canalejas, Riego, Martínez Barrios y bastantes personajes de la República, del felipismo y del zapaterismo.
En el centro del salón había una especie de catafalco, una mesa con dos candelabros, un triángulo, un compás y un puñal.
Supuse que iba a comenzar alguna ceremonia masónica y, efectivamente, por puertas secretas salieron unas treinta personas ceñidas de mandiles y con extraños collares.
Del grupo se destacó un hombre menudito, ante el que todos inclinaron la cabeza y que tenía un enorme parecido con Jesús de Polanco.
De debajo del catafalco salió espantado un gato negro, dando tremendos maullidos, que cruzó a grandes saltos el salón.Ningún masón se alteró.Yo sentí un escalofrío.
Hubo una serie de ceremonias extrañas y diversos parlamentos y, al oir los nombres de Rouco, Aznar y Rajoy, como no entendía nada y comencé a sentir miedo, me salí rapidamente.
Fui a dar en mi recorrido con un espléndido pabellón. Entré con sigilo, empujé una puerta suavemente y vi a una señora ante un tocador, empeñada en disimular la lividez de su rostro cadavérico. Se untó unos polvos de carmín subido, se colocó una especie de bufanda de color morado y la vi tomar un Rosario.
Creí que lo iba a rezar, pero al notar mi presencia, me dijo:Este es el Rosario que me regaló el Secretario de Estado del Vaticano cuando fui a leerle la cartilla para que amonestara a los Obispos.
Era Doña María Teresa, llamada por algunos la dama de la Triste Figura y la del Vogue. Comprendí el motivo.Aún olía a humo del incendio de Guadalajara.
Oí cornetas y tambores. Me acerqué y encontré en una explanada a Pepe Bono con la Cúpula militar cantando la salve a la Virgen de Cortes.
Pasaron a un salón y un General de Estado Mayor explicó ante un enorme mapa el Plan para rescatar Ceuta, Melilla y la Isla del Perejil que el malvado primo marroquí había ocupado a traición.
Bono lanzó una arenga exaltando al Ejército y a la unidad de España y a continuación hubo una copa de vino español, -con productos españoles- en un recinto que debía ser Museo, porque en vitrinas iluminadas se podían ver restos del Yakolev, una hélice del Cougar atravesada por una bala,una foto de Trillo cabeza abajo y los auriculares que llevó Zapatero en su viaje a Afganistán.
En botes pequeños se conservaba arena sobre la que se sentaron Bono y Zapatero cuando hicieron la ola y otro bote con chapapote del Prestige. En lugar preeminente, la bandera de combate de la fragata Alvaro de Bazán.
Debía ser grande el delirio que me producía la fiebre porque tuve que tumbarme a la entrada de un enorme Palacio donde aparecían las banderas de los Regiones Autónomas.
En una de las ventanas apareció Sonsoles quien, al verme de aquella guisa, se compadeció de mí, bajó y se empeñó en darme un Termalgín para calmar mi delirio. Preguntó por mi nombre, que no quise darle, por si lo recordaba al pié de algunos versos en los que satirizaba a su esposo.
Cuando me quedé solo quise ver el interior del recinto.Llegué al despacho del presidente. Pero ¡qué desolación!. Todo medio derruido y apuntalado...!con banderas republicanas!
Sobre la mesa, una gran foto dedicada del Rey, cuya dedicatoria me resisto a transcribir.
Atisbé, a través de una ventana un helicóptero en disposición de despegar. Uno de los guardias me aclaró que estaba así desde hacía unas semanas para caso de emergencia, pues en una reciente manifestación pudo leerse una pancarta que decía: ¡Que se vaya! y el Presidente era precavido.
También había sobre la mesa un teléfono y junto a él un hombre que me pereció que estaba disecado. Al parecer llevaba año y medio, sin moverse, esperando una llamada de la Casa Blanca.
Tuve la ocurrencia de abrir la carpeta del escritorio y me fijé
en una larga lista de improperios e insultos indecentes que Pepiño Blanco le había dejado para que los usara contra Rajoy.
Nada más salir al exterior, vi que de otro edificio contiguo salían en tropel corriendo hacia la salida del “Complejo” cerca de un centenar de personas con un montón de folios y sobres abultados.
Supe que se trataba de periodistas que habían ido a recoger las consignas del día y la correspondiente paga del Fondo de Reptiles que les había repartido Rubalcaba.
Reconocí a algunos de ellos. Allí estaban Carnicero, Carlos Llamas, Lorenzo Milá, Gabilondo, María Antonia Iglesias,Enrique Sopena Etc.
Continuando mi paseo por la Avda, de la República, el rótulo de un edificio decía: “Menisterio de Kortura”. Era correcto el rótulo porque en su interior encontré a una mujer pequeñita, menuda y mal encarada que resultó ser, como habrán imaginado, la Ministra Carmen Calvo.
A la entrada de un edificio suntuoso había un señor mofletudo, sonriente, que daba instrucciones a un motorista para que el Nuncio compareciera de inmediato.
Debía ser Moratinos –como así resultó- porque, acto seguido, llamó a su colega marroquí, pidiéndole permiso para visitar Ceuta y Malilla acompañando a Zapatero. Al darse cuenta de mi presencia se puso colorado.
Empezaba a hacerme efecto el calmante que me dio Doña Sonsoles porque decidí salir de la Moncloa.
En la rotonda de entrada habían puesto enormes carteles en los que podía leerse,en grandes caracteres:
PAPELES PARA TODOS Caldera
SOMOS LA ENVIDIA DEL MUNDO Zapatero
AY MAS KULTURA QUE NUNCA Carmen Calvo
DEBEMOS SER MAS EDUCADOS Manolo Marín
¿QUEDA ALGUNA ESTATUA POR QUITAR? La Malena
ESCUELA PUBLICAS SI; DE LOS CURAS, NO Ministra de Educación
NO HAY PESTE AVIAR Ministra de Sanidad
“ESTOS, ACABAN CONMIGO Ministro de Hacienda.
Me desperté bañado en sudor, la garganta seca y asustado.
Os lo cuento tal como lo viví
31 Diciembre 2005
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