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Requisitos y requisitas

Requisitos y requisitas

Requisitos y requisitas

Diario de Sevilla
Enrique García Máiquez
10/1/2007

Un importante funcionario hablaba muy en serio de “los alumnos y las alumnas, los profesores y las profesoras, los padres y las madres”, cuando —ya embalado— nos exigió que cumpliésemos “los requisitos y las requisitas”. Yo lo oí.

Esos tropezones ocurren por saltarse a la torera las leyes del lenguaje. Ahora nuestra consejera de Cultura (valga la 'contradictio in terminis'), Rosa Torres, quiere imponer esa moda progre de mirarle por debajo el sexo a las palabras, y ha reclamado a la Real Academia Española que asuma el lenguaje no sexista como norma.

José Aguilar ha escrito un artículo cojonudo sobre la cosa titulado “Qué coñazo”. Confiesa que él alguna vez exclama “qué coñazo” pero que jamás lo escribe, aunque ahora sí, como protesta a que el Instituto Andaluz de la Mujer nos quiera convencer de que esas inocentes expresiones son “estereotipos sexuales que encasillan a mujeres y a hombres en los roles tradicionales”. Yo soy más puritano, como saben, y sólo digo “cojonudo” para hablar de espárragos. Si hoy no me reprimo, es porque aquel artículo de Aguilar era estupendo y daba, muy clara, la clave: “Los seres vivos tienen sexo, mientras que las palabras lo que tienen es género, y el masculino gramatical se emplea para referirse a individuos de la misma especie sin distinción de sexos. Igual que hay genéricos femeninos que describen a hombres y mujeres. Por ejemplo, víctima. Esto obedece a una ley general de las lenguas: la economía expresiva”. El resto es enredar.

El tema cumple todos los requisitos (y requisitas) para un artículo descojonante, pero a mí las manipulaciones genéticas del lenguaje me acojonan. Imaginen ustedes que Rosa Torres se sale con la suya y acabamos hablando con esa especie de tartamudeo bisexual. Los lectores y las lectoras de mis palabras y palabros acabarían mareados y mareadas. Y lo que es mucho peor: si nos acostumbrásemos, toda la literatura española se mancharía de machismo sobrevenido. Con Quevedo pase, pero qué disparate que suenen a estereotipos sexuales Santa Teresa o Sor Juana Inés de la Cruz.

El PP ha hecho bien en criticar esta iniciativa de la Junta, pero lo ha hecho fatal. Antonio Garrido la tachó de “franquista e inquisitorial”, echando mano del argumentario del PSOE. Bastaba con defender nuestro idioma,
como Aguilar, pero ya puestos a mezclar churras y merinas, más pertinente hubiese sido mentar al estalinismo o, mejor aún, un contagio de la manía de manipular las palabras (“paz, paz”) que aqueja a Zapatero. El PP, en cambio,
presa de su propios complejos, mimetiza los tics y tópicos de la izquierda. O sea, tontainas y tontainos

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