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Si tienes luz, alumbra

Si tienes luz, alumbra

 

Cada cual es como es..., aunque a veces crea que es de otra forma. Eso ocurre tanto en lo que se refiere al aspecto físico como al intelectual. Suele haber una gran condescendencia con uno mismo y nos equivocamos. Lo malo no es que uno se equivoque acerca de sí mismo, sino que se hace daño a otras personas y, además, las cosas no se hacen bien. No es mala cosa tratar de encontrarse con uno mismo, tal y como en verdad es, sin falsos añadidos, y se tendrá la gran paz interior que proporcionan la seguridad y sencillez de la verdad. Así, de esa forma limpia y clara, se logra una mejor relación con los demás. Lo que se les pueda decir se recibirá sin recelo, sin temor a ser engañados porque aparece, con claridad, la verdad de una persona que cuida con esmero el no engañarse a sí mismo.

 

Así, tal como se es, con naturalidad y sabiendo cual es la capacidad que se tiene para unas u otras actividades, hay que llegar allí donde se puede hacer una labor buena que se esté necesitando. Alguna vez se recibirá requerimiento para ello, pero serán las más aquellas en las que se hace necesario prestar ayuda sin que sea solicitada formalmente. Serán, por lo general, pequeñas cosas, de esas que está llena la vida y que, por pequeñas, están dentro de las posibilidades de cualquier persona. Hay que darse cuenta y aceptar que la mayoría de las personas somos gente corriente y que, tal como somos, podemos hacer cosas buenas.

 

Van a ser cosas, la gran cantidad de ellas, que no van a tener un gran eco pero que serán muy útiles para alguien. Se busca hacer el bien y no la posible espectacularidad de lo que se haga. Otros lo harán mejor porque tienen más posibilidades para ello, pero cada cual debe seguir su propio camino de la forma que le es dado hacerlo, sin tapujo alguno y sin falso alarde de lo que carece. ¿Cómo se puede ofrecer algo que no se tiene?. Más efectiva es la verdad en cualquier acción que se lleve a cabo, por muy pequeña que ésta sea.

 

En la portada de un periódico se mostraba, el pasado martes, la fotografía de un hombre que se moría en Dahab, un balneario del Sinaí que había sido atacado por terroristas.

A esa persona moribunda la atendían una mujer y un hombre, jóvenes los dos, turistas como aquella persona que estaba próxima a fallecer. ¿Quién les iba a decir que pasarían por esa experiencia, precisamente en un viaje de turismo?. ¿Quizá en su viaje de bodas?. Es igual; ambos jóvenes hicieron lo que en ese momento era necesario: consolar a un moribundo.

 

Le dieron lo que tenían; un inmenso cariño, ese que sale a raudales del alma cuando una persona, a la que ni siquiera se conoce, se muere. Le dan la verdad del alma humana, la piedad hacia el que sufre. Esa era la luz que ellos tenían y, encendida, la acercaron hasta esa persona que se moría. Supieron alumbrar con ella ese momento tremendo de dolor, angustia y desolación que aquella persona padecía. Si tienes esa luz en el alma, que la tienes, alumbra con ella donde es necesario.

 

Manuel de la Hera Pacheco.- 26.Abril.2006

 

 

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