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Zapatero promete acabar “para siempre” con la sequía y convierte a España en el cuerno de la abundancia

Zapatero promete acabar “para siempre” con la sequía y convierte a España en el cuerno de la abundancia

ESPAÑA

Zapatero promete acabar “para siempre” con la sequía y convierte a España en el cuerno de la abundancia

No dijo nada sobre el nivel de precariedad en el empleo, ni sobre los salarios relativos, ni sobre la caída de la productividad.

@Carlos Sánchez

Miércoles, 31 de mayo de 2006

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España está a punto de arrinconar en el desván de la Historia uno de sus viejos fantasmas: la sequía. El presidente del Gobierno dijo ayer -durante el Debate sobre el Estado de la Nación- que “pronto tendremos en nuestras manos solucionar, para siempre, la escasez de agua”.

Los habitantes de la España seca habrán puesto a enfriar el cava. Mientras que los de la España húmeda perderán un factor de competitividad. Ni en el mejor de sus sueños, los regeneracionistas de Joaquín Costa se hubieran atrevido a tanto. Por fin, y “para siempre”, como dijo ayer Zapatero, se va a solucionar el problema del agua. Han bastado dos años escasos de Gobierno socialista para que un problema de tanta raigambre desaparezca de la agenda política y económica.

Para los malpensados, hay que decir que el discurso de Zapatero estaba escrito, por lo que no cabe creer que fuera un exceso verbal típico de los debates parlamentarios.

Solucionado el problema del agua, el Gobierno socialista está a punto de resolver otro viejo contencioso, el del desempleo. Zapatero no se anduvo ayer por las ramas. Ofreció datos contundentes. La población activa -la suma de los parados y los ocupados- alcanza ya a 21,3 millones de personas, con cinco millones y medio de titulados universitarios, lo que, unido al hecho de que “las mujeres avanzan con decisión” (sic), explica que estemos “en mejor situación que Francia y Alemania”. Un mundo realmente feliz que se completa con los siguientes datos: el año pasado se crearon 900.000 empleos (incluida la regularización de inmigrantes), lo que significa que seis de cada diez empleos en la UE se generan en la piel de toro, convertida en el faro que ilumina la prosperidad de Europa.

Zapatero no dijo nada sobre el nivel de precariedad en el empleo -el triple que la media europea-, ni sobre los salarios relativos, ni sobre la caída en picado de la productividad aparente del factor trabajo, que de situarse por encima del 100% en 1995 (la media europea), se encuentra ya en el 92,1%, con un descenso continuado que ha acabado por colocar a España en el pelotón de los torpes (tampoco Rajoy habló sobre ello por razones obvias).

¿Y qué pasa con el IPC [ayer se conoció que el indicador adelantado anuncia una subida hasta el 4,1% en mayo]? Pues nada de nada. En el discurso de Zapatero no existe como tal el problema de la inflación más allá de una mera referencia de pasada, y eso que España cuenta con la tasa más elevada de la Zona del Euro (doce miembros). Tampoco hay señales claras sobre el déficit exterior (el mayor del mundo), que ya ha traspasado la barrera de los dos dígitos (el 10,1% del PIB). Un porcentaje verdaderamente espectacular que lógicamente está vinculado a la capacidad de las empresas españolas a la hora de competir en el extranjero.

Inflación y sector exterior

Pese a ello, Zapatero dijo que “estamos cosechando los primeros resultados”, y citó como ejemplo la evolución de las exportaciones a China, con un crecimiento del 34%; a India, con un aumento del 40%; a Rusia, 45%, y EEUU, donde las ventas han crecido un 42%. No dijo nada de un dato mucho más relevante: la tasa de cobertura (la relación entre exportaciones e importaciones) ha caído hasta el 64,4% en términos desestacionalizados. Lo que significa que por cada seis euros que vende España en el exterior, compra diez. Una relación que indica que las empresas y las familias crean puestos de trabajo en el exterior, y no en España, ya que es allí donde se abastecen de bienes, servicios y mercancías.

Zapatero no dio pistas sobre qué hacer para resolver tamaño problema. “Ambas cuestiones (inflación y sector exterior) están ligadas y requieren reformas en el modelo productivo y en la competencia. El Gobierno está tomando y tomará medidas en ambos campos”. Habrá que esperar a leer en el BOE esas decisiones.

¿Y la vivienda? Aquí Zapatero matizó algo su discurso para evitar que fuera acusado de triunfalista por la oposición. Dio los siguientes datos: en dos años se han liberado más de 10 millones de metros cuadrados de suelo público, más que en los 25 años anteriores. Tan sólo en 2005, se iniciaron cerca de 80.000 viviendas protegidas. Una cifra verdaderamente significativa si no fuera porque ese año, según el Banco de España, ese número tan sólo representaba el 11,1% del total, medio punto porcentual todavía por debajo de los niveles alcanzados en 2003. Tampoco Rajoy entró a saco en este asunto. Alguien le debió recordar que entre 1998 y 2003 se produjo una caída en picado de las viviendas de protección oficial, de prácticamente el 50%.

El salvavidas de la Seguridad Social

En lo que Zapatero no ocultó su optimismo es en la marcha de la Seguridad Social, que como él mismo recordó dispone ya de un Fondo de Reserva de 31.348 millones de euros, el 3,5% del PIB, es decir, prácticamente el doble que hace un par de año. Zapatero no habló nada de la sostenibilidad de un sistema amenazado, al menos, por tres factores: carreras laborales cada vez más cortas; bases de cotización bajas como consecuencia de la precariedad en el empleo, y envejecimiento de la población. La actual solvencia de la Seguridad Social se sustenta, en buena medida, por la baja natalidad de los primeros años 40 como consecuencia de la guerra civil. Los que hoy se jubilan nacieron en 1941, año que marca una profunda depresión en la tasa de natalidad. A partir de los años 50 es cuando se recupera claramente la población, aunque de una manera mucho más intensa en los años 60.

Según Zapatero, frente al catastrofismo de Rajoy lo cierto es que la prueba del nueve de la solvencia de la política económica radica en que en 2005 “se ha obtenido, por primera vez en nuestra historia, un superávit de las finanzas públicas del 1,1% del PIB”. El PSOE criticaba al PP en la oposición que el Gobierno se apropiara de las cuentas de la Seguridad Social a la hora de hacer sus cálculos. Y es que si se elimina el abultado excedente del sistema público de protección social, lo cierto es que el superávit se transforma en un equilibrio raspado, y eso el PIB crece a un ritmo muy alto: el 3,5%.

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