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Las llamadas de cada día

 

Las llamadas de cada día

 

Desgraciada es aquella persona que no recibe, cada día, alguna llamada que llene de emoción su espíritu y que induce a la reflexión a su mente. Una persona así no goza de la sensibilidad que es necesaria para llevar adelante su vida con la calidad que corresponde a seres creados para vivir en plenitud su capacidad. En todas partes y en toda ocasión florecen detalles, pequeños la mayoría de ellos, que bordean nuestro camino. Están ahí para que cada persona se sirva de ellos y, así, pueda gozar de la realidad de cuanto la rodean. Es una llamada fuerte e importante, aunque casi siempre discreta, para el abandono del egoísmo que supone la exclusiva dedicación a contemplar sólo aquello que gusta o interesa. Es una especial invitación a levantar el ánimo y recibir las llamadas que se hacen al espíritu y la mente.

 

Esas llamadas son como luces en noche oscura. Así las ha definido, en Auschwitz, el Papa Benedicto XVI cuando su espíritu se estremecía de emoción al contemplar el grave daño que la humanidad se hizo a sí misma en ese campo de exterminio. La reflexión de la mente del Papa brotó en aquél lugar y, en ese momento de intenso dolor, la hizo llegar directamente a todo el mundo señalando el motivo de su visita con estas frases: “He venido hoy aquí para implorar la gracia de la reconciliación. En primer lugar a Dios, el único que puede abrir y purificar nuestros corazones, y a los hombres que han sufrido aquí. Pido también la gracia de la reconciliación para todos los que en este momento sufren bajo el poder del odio y de la violencia fomentada por el odio”. Esas frases, dadas a conocer con el dolor y el amor de la sinceridad y de la humildad, son luces que iluminan la oscura mente.

 

Es cierto que, en nuestras vidas, las llamadas que, cada día, se nos hacen para que lo que ocurre en nuestro entorno lleguen a calar en nuestro espíritu y muevan nuestra mente no tienen como escenario un campo de exterminio ni unos supervivientes de aquellas horribles matanzas, como los contemplados ahora por el Papa, pero también es cierto que la finura de la sensibilidad humana es sumamente amplia y exquisita. Nada hay que no pueda ser percibido, por pequeño que sea, y considerado con el respeto y atención que ello ofrece.

 

En nuestra sociedad hay abusos de dominio; de imposición de los pareceres de unos sobre los de los otros. Dominio que se establece en base a algo precario y que no siempre se utiliza para actuar según lo que es verdaderamente justo. Esa posición de fuerza daña el sentido verdadero de la vida en la armonía de la paz. Por ello, el Papa ha señalado, en su visita a Auschwitz, que “precisamente ahora nos amenazan nuevas desventuras y parece que vuelven a surgir de los corazones de los hombres todas las fuerzas oscuras”. No se trata de un juicio hecho a la ligera por persona irresponsable. Es una seria llamada a nuestro sentir.

 

Toda persona está llamada a la plenitud en su vida y debe dar respuesta a esa llamada con sinceridad y humildad. Nada mejor, para ello, que atender debidamente a esas llamadas de cada día que llenan de emoción el espíritu y que inducen a la reflexión serena y ponderada por parte de la mente.

 

Manuel de la Hera Pacheco.- 29.Mayo.2006

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