Jóvenes superdepredadores: entre la violencia y el placer
Jóvenes superdepredadores: entre la violencia y el placer
Esteban Hernández
Martes, 27 de junio de 2006
http://www.elconfidencial.com/ocio/indice.asp?id=2522&edicion=27/06/2006&pass=
Comisión de actos violentos para ser reproducidos en los móviles, agresiones entre bandas con muertes, abusos a compañeros del colegio, asaltos en viviendas dirigidos por menores... Las noticias que frecuentemente difunden los medios de comunicación sobre las generaciones más jóvenes son motivo de alarma y definen a este colectivo social como desmotivado, propenso al fracaso escolar, poco dado a respetar las normas de convivencia y escasamente interesado en participar en la sociedad. Una juventud, pues, que se mueve entre la violencia y el placer, que quiere las cosas por el camino más fácil, que está a gusto entre las agresiones y el botellón.
Se trata de una percepción que ya se dio en las sociedades anglosajonas, especialmente en la estadounidense, durante la pasada década, y que produjo medidas penales más orientadas hacia el castigo y medidas sociales de prevención notablemente más duras, tales que la introducción de los detectores de armas en los colegios hasta la asignación de agentes a centros escolares con nuevas funciones. De esta forma, la sociedad estadounidense trataba de protegerse de estos chicos aparentemente inofensivos que veían la violencia como un medio efectivo para conseguir lo que quería y que la utilizaba sin problemas ni remordimiento. El superdepredador, el joven que imponía sus deseos por el medio que fuera, y que dictaba sus propias normas en las calles, se convirtió en el enemigo público por excelencia.
Curiosamente, las estadísticas de aquel tiempo nos hablaban de que la violencia juvenil estaba en retroceso y de que, sin embargo, el tiempo dedicado en las noticias estadounidenses a dar cuenta de ella se había multiplicado. Según la directora del Instituto de la Juventud, Leire Iglesias, en España se produjo esa misma paradoja: “La violencia juvenil, en datos del Ministerio del Interior, disminuyó un 5,2 %, noticia que no ha sido apenas emitida en los medios de comunicación. Más al contrario, el pasado año fue en el que más tiempo se dedicó a las informaciones relacionadas con la violencia juvenil. Desde luego, el problema está sobredimensionándose”.
La directora del Injuve opta por subrayar los diferentes calificativos que les han sido atribuidos a los jóvenes en los últimos años. “Durante los 90, éramos la generación Jasp, después fuimos unos borrachos a causa del botellón; más tarde, nos llamaron analfabetos a causa de una ley educativa, y luego, por un decretazo, fuimos unos vagos. Con lo del Prestige éramos jóvenes participativos y solidarios... Al final, todas estas etiquetas están colgadas de las mismas personas, y ninguna de ellas acierta a describir la realidad”.
Esta opinión es compartida por César Luena, secretario de Política Estudiantil y Reivindicativa de Juventudes Socialistas. “Que el sector social joven sea únicamente retratado desde el botellón, la violencia y los actos vandálicos es mucho más una construcción de los medios que una realidad objetiva. No sé si una imagen como esa responde al resentimiento de quienes son ya mayores, o a que esta generación, que está más preparada, provoca cierto complejo. Pero, en todo caso, están pintando una juventud nociva para la sociedad que nada tiene que ver con la realidad”.
Enseñanza sin valores
Para Alejandro Rodríguez de la Peña, profesor de Historia en la Universidad San Pablo – CEU, abordar el asunto desde esa perspectiva implica evitar lo esencial. “Las noticias y las estadísticas son elocuentes: fenómenos nuevos como las palizas a indigentes por simple diversión o la grabación en móvil de agresiones parecen indicar que la juventud se ha vuelto más violento. Y no extraño, porque se están fomentando valores equivocados y se ha olvidado por completo la pedagogía de las virtudes morales. En general, ya nadie le habla a los jóvenes de de deberes y sacrificios”.
En ese orden, la actitud juvenil sería un problema derivado de la falta de eficacia de los mecanismos formativos de la sociedad, lo que llevaría a comportamientos más brutales e inhumanos. Según Rodríguez de la Peña, “la crueldad es consustancial al género humano, basta ver a los niños pequeños en un patio o a un ejército de ocupación en relación a la población civil. Con todo, la educación integral y la vivencia del amor en la familia y en el entorno social pueden corregir esa tendencia consustancial a la naturaleza humana. Lo que creo es que nos encontramos ante una generación asilvestrada, en la que no se ha producido la transformación civilizadora propia de la educación. El joven es bárbaro por naturaleza, a no ser que actúen sobre él la familia, la escuela y la sociedad. Y hoy en día esos tres ámbitos no cumplen bien con su cometido, siendo la TV el principal educador”.
Para César Luena, esa visión “forma parte de la opinión conservadora dominante. Existen jóvenes violentos, pero eso no significa que la juventud en su totalidad lo sea; del mismo modo, existen adultos violadores, estafadores y asesinos, y no por eso podemos catalogar así a toda una sociedad. El problema es que esa heterogeneidad ha queda reducida por los medios”.
¿Cómo serían, pues, los jóvenes? ¿Habría rasgos que les describieran o todo sería simple construcción mediática? Para la directora del Injuve, “la mejor definición es la que ellos ofrecen de sí mismos: se ven felices porque sus relaciones afectivas son positivas, y esto es de lo que más valoran; también se definen como más comprometidos. En lo negativo, se ven más inmaduros que sus padres, lo que es lógico, porque se independizan más tarde”.
Para Alejandro Rodríguez de la Peña, lo que caracterizaría a la juventud actual es “la falta de ideales por los que luchar, la más absoluta desorientación, el aburguesamiento nihilista disfrazado de postura progresista y solidaria”.
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