Gran Simio
Gran Simio
JOSÉ MARÍA CASIELLES AGUADÉ
http://www.lne.es/secciones/noticia.jsp?pNumEjemplar=1290&pIdSeccion=52&pIdNoticia=410401
El proyecto «Gran simio» es una monada internacional inspirada en la política de los Verdes. Los científicos distinguimos entre ecólogos y ecologistas, que es como distinguir entre el aficionado al fútbol y el «hoolligan».
Dice Joaquín Araujo, que al parecer también está metido en esta promoción del Planeta de los Simios, que la iniciativa parlamentaria para la protección de los grandes monos quiere ser una llamada a una gigantesca escuela de pacifismo universal. Para mí que quiere llevar la alianza de civilizaciones a las ramas de los más remotos árboles ecuatoriales, pasándose siete selvas.
Así estamos. Mientras la ONU sigue cruzada de brazos ante el brutal genocidio de Darfur, que ya contabiliza más de dos millones de muertos entre dos pueblos hermanos de África, vamos a meternos en la niebla para asistir a los gorilas.
Hay gente que aprecia más a los animales que a las personas. Decía el otro día en Euronews un atildado caballero inglés, elogiando justamente en su octogésimo aniversario a la reina de Inglaterra Elizabeth II, que su graciosa majestad era una señora tan discreta que sólo hacía confidencias a sus caballos y a sus perros, porque había aprendido, dolorosamente, que las realizadas a sus cortesanos iban a parar con frecuencia a los tabloides británicos que, como todo el mundo sabe, son terriblemente cotillas.
Yo manifiesto mi sincero respeto y simpatía por la reina Isabel de Inglaterra, y no he olvidado cómo aguantó estoicamente en Londres los durísimos bombardeos de la Luftwaffe durante la II Guerra Mundial, negándose a trasladarse a Canadá para salvaguardar su seguridad personal, como le propusieron entonces distinguidos políticos de la Commonwealth. Esto es lo que se llama «estar allí» y solidarizarse con el pueblo; o dicho de otro modo más castizo, la profesionalidad en el oficio; que también lo es -y muy noble- la corona cuando se lleva con entereza y dignidad.
Volviendo a las monerías, es bueno aclarar que la analogía que exaltan los genetistas entre los hombre y los póngidos, sobre la estricta base de que los humanos y los chimpancés tenemos más del 97 por ciento de genes comunes, olvida lo que fundamentalmente nos distingue de los grandes simios antropomorfos, que es el cerebro. Para empezar, un chimpancé tiene que fastidiarse con una capacidad craneal de quinientos centímetros cúbicos -lo que es «muy poca cilindrada»- y nosotros tenemos mil cuatrocientos. Eso ya dice bastante sobre lo que se puede guardar ahí dentro: pero las diferencias de equipamiento neuronal son tan distintas como las que puede haber entre una calculadora de cocina y un ordenador avanzado de investigación. En pocas palabras: cuando los gorilas construyan catedrales, empezaré a tomármelos en serio.
Tengo para mí que Araujo olfatea rastros políticos. Pero, hasta tal vez coincidamos en algunos criterios. Yo critiqué ciertas fórmulas de caciquismo partitocrático y, naturalmente, las listas electorales cerradas y bloqueadas. Por lo que siempre valoré más la condición de senador -electo, no digital- que la de diputado en Cortes. Recuerdo perfectamente que llegué a asegurar que si la mona «Chita» hubiese podido disponer de documento nacional de identidad, y fuese propuesta por un partido -incluso mediano- como cabeza de lista por una jurisdicción electoral amplia, obtendría indefectiblemente un escaño de diputado/a.
En resumen, esta iniciativa para reconocer derechos humanos a los grandes simios puede tener consecuencias, no sé si cómicas o serias: algunos van a demandar puestos de trabajo; otros pueden reclamar el derecho de voto; y tal vez unos terceros intentarán casarse por lo civil. Y, ¿qué les voy a decir de los monos de Gibraltar? Menos mal que son macacos y no grandes simios; pero seguro, seguro, que pretenderán ser una nación independiente.
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