Cuántos quieren un centroderecha sumiso, acomplejado y derrotado
Cuántos quieren un centroderecha sumiso, acomplejado y derrotado
Escucho algunas veces, y con mucho gusto, a Juan Carlos Girauta, un joven liberal que, además de intervenir en distintos medios de comunicación, acaba de presentar un libro, La eclosión liberal, defendiendo sus ideas, que son ya las de muchos. Cada vez más españoles se definen a sí mismos como liberales, y oponen al régimen zapateril vigente esa etiqueta ideológica.
Creo que es una buena noticia. Durante muchos años en España al imperio político, social y cultural de la izquierda –marxista de origen- sólo se oponía el silencio, o se añadía el nacionalismo antiespañol. Que haya liberales y que sean muchos y coherentes no hace más que enriquecer nuestra vida pública, y estimular por lo demás iniciativas vigorosas hoy muy necesarias. Es, como ha reconocido el propio Federico Jiménez Losantos, un "fenómeno sorprendente", que merece atención.
Hablamos de "una oleada de liberalismo joven que aprovecha las nuevas tecnologías para defender sus valores". Y eso está muy bien, siempre que se entienda tanto su naturaleza como sus límites.
Decir hoy "liberal" es casi no decir nada, o decir muchas cosas divergentes; y aquí no podemos lanzarnos a un curso de filosofía política. Decir liberal en Estados Unidos es decir Bill Clinton, y en Austria Jörg Haider. Liberales, en España, hemos tenido desde los afrancesados y su feroz enemigo, mi ilustre ancestro Francisco Espoz, hasta José Antonio Segurado, pasando por nuestro cojo más famoso, Romanones. Ser liberal puede significar asumir nuestro régimen político de libertades, o confundirlo con el viejo librecambismo económico, o añadirle matices morales, incluso anticlericales y desde luego agnósticos. ¿Por qué no? Todo eso fue, y puede seguir siendo, nuestro liberalismo.
La verdad es que el liberalismo es una flor con muchos colores. Y en España, hoy, es una planta sólo en parte joven que crece en las grietas del plan de Zapatero. Así que nuestros nuevos liberales, como dicen –y es verdad- "se pelean con los progres desde que sale el sol". Ahora bien, no toda la oposición a la avalancha de la izquierda es liberal, y pretenderlo sería una empresa vana cuyo único beneficiario sería José Luis Rodríguez Zapatero.
Girauta se pregunta "¿por qué los progres están nerviosos?", y la premisa es correcta: los progres están nerviosos porque se han topado, en el momento de su triunfo, con una sociedad civil que se resiste a la imposición de los dogmas revolucionarios, y con unas minorías intelectualmente activas que no refunfuñan en la nostalgia –como la vieja extrema derecha de Torrente- ni se consumen sólo en las urnas –como hizo, inevitablemente, la AP de Manuel Fraga en los 80-, sino que ofrecen respuestas a las sinrazones del progresismo. Los progres no sólo ven en peligro el poder logrado en 2004, sino también el control social heredado del franquismo.
Pero ¿es el liberalismo la única matriz de esa resistencia? Más bien no. Un liberal opone libertad individual –de base material, además- a identidad y comunidad; y si parte de la resistencia al zapaterismo nace en nombre de las identidades falsas, impuestas y falaces otra se hace, precisamente, en nombre de la identidad nacional española. El liberalismo es una de las "familias" de esta Resistencia, pero sabemos que la derecha, la resistencia, me da igual cómo quieran ustedes llamarla, es un frente plural que une cosas diferentes. Frente a Zapatero tenemos laicos y confesionales, centralistas y autonomistas, monárquicos y republicanos, liberales en muy diversas acepciones y ajenos al liberalismo, libertarios y socializantes, moderados y temperamentales: la misma variedad de "derechas" que en Francia estudiaron primero René Remond y después Jean-François Sirinelli.
¡Viva el liberalismo!, sí, pero sólo como parte de algo más amplio, de una gran coalición que se coloque en el centro de la sociedad y que, en el mejor de los casos, llegue a elaborar una nueva síntesis. Yo no creo que millones de hombres y mujeres hayan salido a nuestras calles dispuestos a luchar por el Mercado y por Von Mises; pero sí creo que, junto a las gentes normales y sencillas que sólo quieren defender España, el Derecho y la Fe hay sitio, y de honor, para quienes como Girauta hacen bandera de su propia idea de libertad. Aconsejaría mal a Mariano Rajoy quien le recomendase distanciarse del liberalismo; pero le aconsejaría aún peor quien le quisiese hacer sólo liberal. Porque una derecha monocarril, feliz de haberse conocido a sí misma, sería por muchos años oposición, en todos los sentidos.
Pascual Tamburri
El Semanal Digital, 28 de diciembre de 2006
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