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Dura crítica de los obispos al Estatuto de Andalucía

Dura crítica de los obispos al Estatuto de Andalucía
José Luis Restán
www.paginasdigital.com 25.05.06

Hace una semana, Benedicto XVI recordaba ante los obispos italianos que la distinción entre la Iglesia y el Estado forma parte de la estructura fundamental del cristianismo. La Iglesia no sólo reconoce y respeta esa distinción y autonomía, sino que la considera “un gran progreso de la humanidad” y una condición fundamental para el cumplimiento de su propia misión. A continuación, el Papa subrayaba que cuando la Iglesia recuerda algunos valores éticos fundamentales, no viola la laicidad del Estado, sino que contribuye a promover la dignidad de las personas y el bien común de la sociedad. Entre esos valores esenciales, que hoy se desdibujan en el debate político, destacan la defensa de la vida humana desde su concepción hasta su fin natural, el valor de la familia fundada sobre el matrimonio entre hombre y mujer, y la libertad de educación. Se trata de tres grandes asuntos sobre los que la Iglesia ni puede ni debe callar.

Los obispos de las diócesis andaluzas han emitido una nota amplia y bien articulada sobre el nuevo Estatuto de Autonomía que acaba de ser admitido a trámite por el Congreso, en la que alertan sobre los riesgos que amenazan a esos valores de la convivencia civil. En primer lugar denuncian el carácter fuertemente intervencionista del nuevo Estatuto, que tenderá a ahogar las iniciativas de los cuerpos intermedios de la sociedad civil. Esta denuncia tiene un significado especial en una región como Andalucía, donde el asistencialismo y la ocupación del espacio público por el poder político marcan claramente la vida cotidiana. La siguiente preocupación se refiere a la declaración de derechos y deberes, en tanto que puede amparar atentados muy graves contra la vida humana y porque no reconoce el valor único e insustituible de la familia de fundación matrimonial, que es equiparada con otras formas de convivencia.

Los obispos prestan una atención especial al capítulo educativo, denunciando el predominio absoluto que el Estatuto concede a la Administración y a la escuela de titularidad estatal. No es ningún secreto que la Junta de Andalucía practica una política de mano de hierro en la educación, impidiendo la ampliación de aulas concertadas a pesar de la demanda social. El temor es que el nuevo Estatuto consagre esta política nefasta para la libertad de de los padres. Por si fuera poco, el texto define a la enseñanza pública como “laica”, lo que puede conducir en la práctica a bloquear el ejercicio de la libertad religiosa en la escuela. En cuanto al patrimonio histórico y artístico de la Iglesia, los obispos temen que el Estatuto no respete adecuadamente la libertad de la propia Iglesia para gestionarlo conforme a su finalidad específicamente religiosa.

Hay un último punto que ha concentrado la atención de los medios, quizás porque es la primera ocasión en que un texto episcopal colectivo señala el riesgo que entraña una norma legal para la unidad de España. Los obispos andaluces consideran que la definición de Andalucía como “realidad nacional” relativiza ese “bien moral indudable” que es la unidad históricamente lograda de España como nación, y, en continuidad con lo afirmado por el capítulo V de la Instrucción Pastoral sobre el Terrorismo, sus causas y consecuencias, declaran que debilitar o quebrar esa unidad puede conducir a un daño de consecuencias imprevisibles.

Con este texto valiente y sistemático, los obispos han prestado un servicio a la convivencia civil partiendo de la Doctrina Social de la Iglesia. Sus argumentaciones son asequibles tanto para creyentes como para no creyentes, y los bienes que defienden constituyen un patrimonio de todos. Por eso, lejos de ser una injerencia, contribuye a la clarificación de un debate necesario. Como afirmaba Benedicto XVI en su encíclica Deus Caritas Est, la Iglesia no tiene la tarea de realizar un orden justo (eso corresponde al ámbito de la política) pero sí le corresponde la tarea de purificar la razón mediante la propuesta de su Doctrina Social y despertar las fuerzas morales y espirituales necesarias para la tarea política. Esta última es precisamente la invitación que lanzan los obispos a los católicos andaluces, para que no se ausenten de un debate que necesita su voz y su compromiso.

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